La miseria humana es la parte que muestra a la persona en su comportamiento más execrable, inmoral, brutal y criminal.
Hay gente que muestra, sin vergüenza alguna, un proverbial desprecio por la solidaridad, el amor, la compasión, el respeto, la dignidad, la honestidad, la confianza y el compromiso.
Mucho se ha hablado a lo largo de la historia sobre esa condición que permea negativamente todo lo que roza o toca.
Muertes, descréditos, agresiones, difamaciones, traiciones, injurias, perversidades de todo tipo, conforman la miseria humana.
Libros, obras de teatro, pinturas, reflexiones y hasta canciones han sido dedicados a lo largo de la historia a ese comportamiento vil y cruel de algunos, cuyo análisis es también materia prima para profesionales de la conducta y cientistas sociales.
En estos tiempos es más visible la degradación del comportamiento humano, no solo porque un mayor número de personas rechaza apegarse a los valores tradicionales de decencia, respeto, colaboración y servicio, sino, porque, además, existen vitrinas de exposición colectiva, las redes sociales, que han venido a revolucionar el mundo. Y lo están haciendo.
La dolorosa desaparición física del ministro de Medio Ambiente y Recursos Naturales, Orlando Jorge Mera, muerto de seis disparos, en su propio despacho, a manos de un individuo que él, amable y bondadoso, como lo fue, suponía que era su amigo, no deja lugar a dudas de que estamos viviendo una etapa monstruosa.
Jorge Mera era un hombre comprometido con sus ideas, lleno de sueños, de entrega a sus quehaceres y a su familia, con todas las posibilidades de seguir calando y aportando a la sociedad, y alguien, quizás repleto de sinrazón, de rabia, de odio, de inquina y, hasta envidia, le segó la vida.
A la escandalosa muerte del también alto dirigente del gobernante Partido Revolucionario Moderno (PRM) se une el asesinato a tiros de una pareja de esposos, en una balacera protagonizada por Carlos García Rodríguez, representante del Ministerio de Industria y Comercio y Mipymes, en la fronteriza provincia de Santiago Rodríguez.
Juan de los Santos Peralta Barrientos y Marielis Anabel Vargas Villalona, de 36 y 27 años de edad, respectivamente, fueron muertos, en tanto, Erlin Alberto Gómez, regidor por la Fuerza del Pueblo y empresario del transporte de la ruta Santiago Rodríguez-Santiago; y Eduardo De Jesús Espinal, heridos.
Y si no resultan super escandalosos los hechos sangrientos, agreguemos el comportamiento mostrado, posteriormente por sus fríos autores: uno con la única idea de escapar; y el otro, con el alegato de que no recuerda nada de lo sucedido. ¡Válgame el Señor!
La tasa de criminalidad en la República Dominicana es en la actualidad de 11.1 por cada 100 mil habitantes, lo cual la ubica a la República Dominicana en una posición muy por debajo del promedio regional de 20.4 homicidios por cada 100 mil habitantes., según el Ministerio de Interior y Policía, pero esto no debe ser un consuelo, sino un desafío para la sociedad en su conjunto.
Por encima de República Dominicana solo están: Chile, con una tasa de 3.6; Nicaragua 5.7; Paraguay 7.4; y Uruguay 8.5, según informes oficiales de las policías de esos países y sus respectivos Ministerios Públicos.
Las acciones de violencia que se producen, en torno a las cuales, para citarlas faltaría espacio y sobraría indignación, se han constituido en tristes episodios para la historia de la convivencia humana en la República Dominicana.
La situación obliga a reflexionar sobre lo que éramos como entes sociales, lo que somos y lo que debemos ser en ese sentido y, por supuesto, como colofón debemos preguntarnos: ¿Debe la miseria humana ganar el pleito? Mi respuesta es ¡No! ¿Cuál es la suya?
Patricia Arache
patricia.arache@gmail.com