- Publicidad -

- Publicidad -

La meditación como un acto de encuentro con lo divino

Yovanny Medrano Por Yovanny Medrano
La meditación como un acto de encuentro con lo divino. Imagen de vined mind en Pixabay
📷 La meditación como un acto de encuentro con lo divino. Imagen de vined mind en Pixabay

En relación a la meditación, debemos recordar que hay silencios que no vacían, sino que consagran. Hay estados del alma que no se explican, pero en los que todo se entiende.

Una cueva en medio del ruido. Una historia antigua cuenta que un hombre huyó del mundo buscando a Dios. Caminó por desiertos, montañas, selvas. Viajó hasta el Tíbet, ayunó durante semanas, repitió mantras, invocó nombres sagrados… hasta que un día, exhausto, se encerró en una cueva y dijo en voz baja:

Dios, si estás aquí… hazme sentirte.

Y entonces, por primera vez en años, guardó silencio.

No como quien espera una respuesta. Sino como quien por fin deja de preguntar.

Ese día, dice la leyenda, no ocurrió nada espectacular.

Pero algo cambió para siempre: el hombre no volvió a sentirse solo.

El silencio había dejado de ser ausencia. Se había vuelto presencia.

Lo espiritual que habita lo cotidiano

Podríamos pensar que lo sagrado está reservado para los místicos, los monjes, los templos. Pero la meditación -cuando nace desde una felicidad profunda– nos recuerda otra cosa: lo divino no siempre se manifiesta como milagro… a veces lo hace como atención.

Y atención fue precisamente lo que recomendó el apóstol Pablo cuando, desde la prisión, escribió una de las cartas más luminosas del Nuevo Testamento. En Filipenses 4:8, dejó una guía de meditación espiritual que atraviesa los siglos:

«Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si hay algo digno de alabanza, en esto pensad

Este versículo no es solo un consejo moral. Es una invitación a dirigir nuestra conciencia -como en la meditación- hacia aquello que edifica el alma. Pensar en lo bello, lo justo, lo puro, no es escapar de la realidad, sino entrar en ella con otra luz. Una luz que transforma.

La ciencia del silencio: el trabajo de Fred Travis

El Dr. Fred Travis, director del Center for Brain, Consciousness, and Cognition en la Maharishi International University (MIU) en Fairfield, Iowa, ha dedicado más de treinta años a estudiar los efectos de la meditación trascendental en el cerebro.

En una investigación clave (Travis & Pearson, 2000), Travis demostró que durante estados profundos de meditación trascendental, el cerebro entra en un patrón de:

  • Alta coherencia en las ondas cerebrales, especialmente en la corteza frontal, lo que indica integración neuronal y una mente en calma pero alerta.
  • Disminución de la actividad del sistema nervioso simpático, reduciendo el estrés, y aumento de la actividad parasimpática, facilitando la relajación profunda.
  • Experiencia subjetiva de “pura conciencia”, un estado donde no hay pensamientos ni emociones particulares, pero sí una sensación plena de unidad y serenidad.

Estos resultados científicos no solo validan el efecto reparador de la meditación, sino que también explican cómo esta práctica puede abrirnos a vivencias profundas de conexión espiritual, esas mismas que muchas tradiciones describen como encuentro con lo divino.

De la mente al misterio: lo que la meditación permite

En la práctica meditativa silenciosa, cuando cesa el ruido de la mente, emerge algo más profundo: una conciencia que no piensa, pero que sabe; que no busca, pero que encuentra.

Esa conciencia no tiene nombre, pero ha sido descrita con muchos: alma, espíritu, luz, vacío fértil, Dios.

La ciencia puede registrar los efectos, pero no puede explicar del todo la experiencia. Y quizá ahí está su grandeza: la meditación, cuando se practica con gratitud y apertura, no solo transforma el cerebro… transforma el vínculo con el misterio.

Meditación y oración: dos lenguajes para un mismo silencio

Desde tradiciones como el sufismo hasta el cristianismo contemplativo, el zen o el hinduismo, la meditación ha sido entendida como una forma de orar sin palabras.

No se trata de pedir, sino de estar. De abrir el corazón como se abre una ventana.

De invocar no con la voz, sino con la presencia.

El psicólogo y sacerdote Thomas Keating lo resumía así:

“La meditación no es una técnica para llegar a Dios. Es la forma en que Dios nos enseña a estar con Él.”

Filipenses 4:8 no pide que escapemos del mundo, sino que habitemos lo mejor del mundo dentro de nosotros. Que elijamos alimentar la mente con lo que enciende el alma.

Meditar es, entonces, una forma de decir: “Señor, quiero pensar contigo.”

Lo que se revela en el centro del alma

En ese espacio íntimo donde ya no somos roles, logros, ideas ni expectativas, hay algo que permanece.

Una quietud antigua. Una luz sin causa.

Y en esa luz, muchos han sentido -con lágrimas suaves y sonrisa profunda– que no estaban solos. Que nunca lo estuvieron.

Porque cuando el silencio es total, y la gratitud es verdadera, lo sagrado no se impone: se deja sentir.

Como una caricia que no toca, pero cura.

Como una voz que no suena, pero dice: “Aquí estoy.”

Etiquetas

Yovanny Medrano

Ingeniero Agronomo, Teologo, Pastor, Consejero Familiar, Comunicador Conferencista, Escritor de los Libros: De Tal Palo Tal Astilla, y Aprendiendo a Ser Feliz

Artículos Relacionados

k