La literatura y el derecho se entrecruzan. Muchas obras literarias han denunciado injusticias y patologías en sistemas judiciales y han retratado tribunales arbitrarios y procesos deshumanizados, cuestionando estructuras de poder.
La literatura, pues, ha actuado como una herramienta crítica que invita a repensar la justicia, promoviendo un enfoque más humano en la norma.
García Márquez, Vargas Llosa, Octavio Paz y Miguel Ángel Asturias, como otros, han contribuido a este vínculo y sus obras enriquecen el análisis jurídico y también humanizan el derecho al explorar las emociones, conflictos y dilemas que enfrentan las personas frente a la ley.
Platón, Ortega y Gasset y Goethe han censurado la literatura, afirmando su inutilidad racional para buscar la verdad y por su carácter fragmentario.
Pero, para Nietzsche la literatura es una herramienta para dinamitar estructuras petrificadas y que, no sólo refleja sentimientos, emociones y reflexiones, sino que es un vehículo de denuncia frente a injusticias y arbitrariedades que atentan contra la dignidad humana.
Literatura y derecho dialogan constantemente y comparten un interés común: comprender y transformar la experiencia humana frente a las estructuras de poder opuestas al cambio.
Las grandes conquistas históricas, como la abolición de la esclavitud, la libertad de conciencia o la igualdad ante la ley, no surgieron de manera espontánea (Ihering).
La literatura es una especie de “juridicidad subversiva” e inseparable de la democracia, porque ambas garantizan un espacio donde es posible “decirlo todo” (Derrida). Dicho vínculo refuerza la idea de que la libertad de expresión y la creatividad literaria son esenciales para consolidar sistemas democráticos y cuestionar las estructuras de poder que limitan los derechos fundamentales.
De ahí que la literatura no sólo es expresión artística, sino también vehículo para denunciar las patologías de sistemas judiciales, políticos y sociales y para exponer la necesidad de establecer frenos al poder.
Vargas Llosa, en Conversación en la catedral y la Fiesta del chivo, ha dejado ver cómo las tiranías erosionan los derechos fundamentales y, junto a otros, ha abogado por el fortalecimiento de la Constitución para limitar la autoridad y proteger las libertades públicas.
Dichos autores y sus obras han llamado de atención y son guías inspiradoras de reflexiones sobre la importancia de un sistema normativo garante del equilibrio entre poder y justicia y plantean alternativas que promueven un mayor respeto por la dignidad humana y los valores democráticos.