A propósito de la gran cantidad de inmigración Venezolana a nuestro país, huyendo de un régimen comunista y totalitario ha sido muchas más notorio la bendición de vivir en un país libre. Un país donde el estado no te dicta cual debe ser tu religión o si debes tener alguna, donde puedes poner cualquier comentario contra las autoridades públicamente sin miedo a que se tomen represalias, donde puedas decidir que hacer con tu vida.
A veces me pregunto qué estamos haciendo con toda esa Libertad.
El miedo al que dirán, el miedo a fracasar, la competencia por lucir mejor que los demás en lo económico y en lo físico, «parecer que nos va bien», nos esclavizan silenciosamente.
Muchas personas con gran potencial no lo desarrollan por miedo o porque están más ocupados pareciendo que siendo.
La libertad y el éxito traen consigo una responsabilidad, una que a la mayoría de nosotros nos aterra: impactar positivamente nuestro entorno. Nuestra sociedad progresa con el progreso de sus ciudadanos. Progreso personal, no solo económico. El primero traerá al segundo.
Tenemos la libertad para triunfar, tenemos la libertad de hacer una diferencia en nuestro entorno, tenemos la libertad de desarrollar nuestro potencial al máximo, tenemos la libertad de influir positivamente con nuestra trayectoria, tenemos la libertad de no hacer nada de eso y ser «personas normales». Tú decides, al fin y al cabo vives en un país libre, nadie te va a obligar.