Aclaramos que este paso no es sobre fórmulas vacías, sino complejas. Es un proceso doloroso para la sociedad dominicana, pero es necesaria una conciencia cabal del fenómeno.
Y sobre todo, deberá ocurrir de acuerdo a controles institucionales, dejando atrás la concepción de que el consumidor es un enemigo de la sociedad –un narcotraficante, un adicto, un delincuente–, y que el traficante demandará nuevas actividades que sustituyan el rol de las drogas en lo sucesivo, requiriendo de parte del Estado nuevas atenciones.
1. La lucha contra las drogas de parte de la DNCD lo que hace es exaltar el fenómeno de las drogas. Un aspecto evidente de esta problemática es la corrupción de policías y de militares. Los medios de comunicación se han encargado de convertir el fenómeno de las drogas en una epidemia.
2. La prohibición de la drogadicción aumenta de manera inmediata el consumo; pero la experiencia de otros países es que disminuye con los años. Hay que poner el acento en la conciencia de los jóvenes, no en la represión.
3. La legalización de las drogas tiene otras consecuencias en las que no nos hemos puesto a pensar: Hacer que la familia intervenga, hable con los hijos, los vecinos pueden hablar, los adultos se comuniquen con los jóvenes, cuestionar a las autoridades y las drogas en las cárceles pueda ser eliminada.
4. La drogadicción es una “contracultura” formada por una “cultura de dominación” del modelo capitalista y de los intereses económicos creados. Al capitalismo le interesa el poder; al socialismo, el hombre.
5. La drogadicción tiene la forma de la delincuencia, pero en el fondo lo que domina es una evasión de la realidad. Actúa como una venganza contra la comunidad que no nos resuelve. No se puede confundir delincuentes, donde, a veces, hay enfermos.
6. La drogadicción es un fenómeno generacional; si es un relevo generacional, es porque los adultos de la sociedad no se han ocupado de los jóvenes. Ni los institutos sociales, ni el Estado tienen una política pública hacia la juventud. No es un problema de los viejos, sino de los jóvenes.
7. Muchos drogadictos son enfermos, no delincuentes. Hay que mantener en la visibilidad los efectos de esta problemática. El Estado no puede ser enemigos de los adictos y consumidores.
8. ¿Elige la droga a la delincuencia, o al revés? La legalización de la droga sólo genera delitos culposos, es decir, cuando es para abastecerse de la sustancia. De mantenerse el problema crecerá la criminalidad del microtráfico, que busca dinero y poder.
9. La mejor política antidroga no debe surgir de la actividad policial, sino de Salud Pública.
En realidad es una política multidisciplinaria, pero no coordinada por la DNCD, sino por las instituciones estatales.
10. Una evocación final: “la droga es la bebida de los pueblos débiles, y el vino la de los pueblos fuertes”.
Este es el momento de mirarnos como país civilizado, sentir orgullo de ser dominicanos, de que esta epidemia no nos esté pasando.