La Justicia desde Jesús

La Justicia desde Jesús

La Justicia desde Jesús

Altagracia Suriel

En los tiempos que vive el país de necesidad de la aplicación una justicia imparcial que permita frenar la corrupción administrativa y castigar a los que se apropian de fondos públicos, es muy pertinente aproximarnos a este valor desde una visión integral que aborde sus diferentes enfoques porque la justicia no solo se reduce a lo legal, tiene además tiene una vertiente personal y social.

Desde Jesús, podemos comprender la justicia como forma de vida, atributo de los merecedores de su reino, camino de felicidad y evidencia de su Presencia en la tierra. En Jesús la justicia es búsqueda y práctica que nos lleva a ser justos, a aplicar justicia y a su construcción social como anticipación de su reino.

Sed de justicia:
Jesús nos exhorta a buscar la justicia concibiéndola como una característica personal distintiva de sus elegidos: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán a saciados.” Mateo 5:6. Desde el Evangelio, la sed de justicia implica exigir justicia y evitar injusticias.

Ser justos:
Jesús, además de instarnos a tener hambre y sed de justicia, nos pide que seamos justos para poder alcanzar la gracia del cielo: “y los justos irán a la vida eterna” (Mateo 25:46).
Ser justos es la condición que nos asemeja a Jesús y abre el camino a su Padre: “Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre” (Mateo 13:43).

Construir la justicia social:
En una sociedad en la que impera la justicia y el bienestar las personas son más felices porque hay menos pobreza, desigualdad y exclusión. El deseo de Jesús es que la sed de justicia se convierta en justicia social, cuya construcción es una responsabilidad de los gobiernos y de los ciudadanos.

La justicia social se evidencia en la justicia legal y en la igualdad y produce frutos de desarrollo, como nos dice el Papa Francisco: “Recuerden siempre que cuando una justicia es realmente justa, esa justicia hace feliz a los pueblos y dignos a sus habitantes.

Ninguna sentencia puede ser justa, ni ninguna ley legítima si lo que produce es más desigualdad, si lo que produce es más pérdida de derechos, indignidad o violencia”.



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