Las instituciones de cualquier naturaleza, en todos los renglones, se han ido acomodando al menor esfuerzo, rompiendo por lo más débil, sin analizar mucho las consecuencias que pueda producir una decisión precipitada e irresponsable.
Las decisiones, es lógico, se toman, a menos que sea un sistema dictatorial, para beneficiar a la mayoría del conglomerado asociado a un organismo.
Cuando se va por lo más fácil y cómodo, por temor a cortar los males de raíz, entonces se cae en la irresponsabilidad.
Ese es el caso que vive desde hace unos meses el Comité Olímpico Internacional, que conociendo a fondo los problemas que afectan a la Federación de Boxeo recurre a la amenaza de suspender esa disciplina de los próximos Juegos Olímpicos.
¿Y cuál es el principal problema que confronta esa Federación desde hace un tiempo? Sencillo: el nombramiento del controvertido Gafur Rakhimov, un empresario uzbeco de dudosa reputación, la gobernanza económica del organismo y la designación de jueces.
Esos son tres aspectos que, si se dispusiera, son muy fáciles de solucionar, pero de ahí a suspender el boxeo de los juegos sería un crimen, dado que ese es uno de los deportes que atrae más público. Y lo más importante, es de los primeros en participar en Juegos Olímpicos.
Thomas Bach, presidente del COI, no debe cargar con ese peso de conciencia, en caso de que se aboque a tomar esa impopular medida.
Que se hagan los cambios que tengan que se requieran, pero nunca, recorrer el camino más fácil, como es dejar fuera el boxeo.
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