Los dominicanos, como la mayoría de los ciudadanos del mundo, idolatran y veneran a sus héroes con tal vehemencia que muchas veces muestran trastornos del equilibrio sicológico, hasta convertirse en seres irracionales.
Es precisamente de ese estado absurdo de donde surge el fanatismo, donde el individuo no obedece a la razón, a la lógica.
Por eso, el fanático es definido, quizá hasta con cierto conservadurismo, como una persona que defiende con tenacidad desmedida sus creencias y opiniones, llegando a veces a convertirse hasta en un peligro público.
En Europa y América del Sur hay fanáticos del deporte que llegan a tal extremo de irracionalidad que las autoridades los tienen identificados como individuos altamente peligrosos, capaces de cometer cualquier acción.
Esa es parte de una verdad que debe preocupar, dado que una gran parte de los fanáticos se entusiasma y defiende a sus “héroes” de tal manera que pierden el sentido de la realidad.
En otros renglones, como las religiones y la política, el fanatismo lleva a otros estadios, en la mayoría de los casos de violencia , crímenes horripilantes, terrorismo y corrupción que llevan las sociedades al extremo.
El fanatismo también produce pasiones que generan odios incontrolables, cuando una causa se pierde por la ausencia de los que se entiende son sus mejores exponentes.
Es muy difícil que un fanático perdone que uno de sus representantes en la cancha se quede fuera por razones que no sean de salud.
Traigo este tema porque desde hace meses los fanáticos se niegan a aceptar que dos de los estelares locales en la NBA, Al Horford y Anthony Karl Town no asistan al Mundial que se efectuará este año en China. ¿Qué opina usted?