La investigación universitaria en RD

La investigación universitaria en RD

La investigación universitaria en RD

José Armando Tavarez

De vez en cuando, los medios de comunicación nacional hacen referencia a varios temas de interés educativo. Uno de ellos es el rol de las universidades dominicanas en la investigación y desarrollo. Siempre se hace mención de la baja inversión en este sector tan importante. Lo justo sería preguntarnos, ¿a qué se debe este fenómeno?

En primer lugar, es importante señalar que no existe en el mundo un país desarrollado y que ofrezca una excelente calidad de vida a sus ciudadanos, que no invierta en investigación y desarrollo (I + D). La correlación directa entre estos dos importantes indicadores se evidencia siempre. Esto se puede entender con un ejemplo, quizás muy sencillo, pero bien ilustrativo. El caso de Corea (la del Sur) es emblemático. Es una nación que hace más de cinco décadas tenía niveles de pobreza superiores a los nuestros. Hoy en día, gracias a su capacidad de generar innovación, investigación y desarrollo tecnológico, es una de las potencias socioeconómicas mundiales. ¿Quién no conoce y disfruta de sus productos tecnológicos en la telefonía móvil y en la industria automotriz? Definitivamente, al igual que este país hermano, hay muchos ejemplos del impacto positivo de la I+D.

Creemos firmemente que nuestro país también puede aprovechar esta realidad e inspirarse en estos casos de éxito. Lo que necesitamos con cierto nivel de urgencia es incrementar la inversión que se realiza en este rubro, tanto por el sector privado como por el público. Para que podamos tener I + D que produzca bienestar social, necesitamos de talentos, políticas públicas, sistemas de incentivos y, sobre todo, inversión de capital.

Según los números a los que se tiene acceso, los indicadores de resultados y producción en I + D en nuestro país no alcanzan el promedio de la región. Sin embargo, si ayudamos a nuestras universidades con fondos concursables públicos y privados, pienso que podemos mejorar sustancialmente y así disfrutar de los beneficios que supone ser una nación que produce conocimiento de calidad mundial. ¡Lo podemos lograr!



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