Este artículo trata no solo de la investigación y enseñanza universitarias, debemos añadirle una reflexión teórica sobre la lectoescritura, el codiciado conocimiento social en el trabajo de campo.
En lo particular nos adherimos a la tesis de que estos procesos (I-E), por decirlo así, tienen funciones muy opuestas.
La actitud actual de la mayoría de los docentes de nuestra realidad universitaria es el espíritu dogmático, mientras que los maestros que abrazan la investigación precisan un ambiente de verdadero estudio, para evitar los dogmas, los saberes impuestos por los materiales que están utilizando.
En la enseñanza tradicional prima la meditación en solitario del docente; en la investigación, la palabra profesional y la escritura.
En cuanto a la lectoescritura, deben considerarse medianamente las aproximaciones teóricas y proyectos de investigación en las aulas.
En otra esfera de la investigación, están apareciendo cada vez más quejas de “Editoras virtuales” que engañan a los buenos profesores que nunca han publicado, y están expresando un aparente triunfo en los malos profesores que paulatinamente muestran tener muchas publicaciones, que representan la literatura de mala calidad, una basura académica.
Cuando esto ocurre, la investigación correcta asume que es imprescindible que cualquier publicación se filtre por las universidades, a través de los comités científicos, antes que llegue convertirse en documentos públicos de las editoriales.
En diciembre del año recién concluido yo también recibí el famoso correo electrónico que nos pide escribir libros o tesis para las editoriales virtuales, sin más interés de parte de ellos que vender estas publicaciones en Amazon.
Las dificultades que esto puede entrañar es la falta de filtros en las publicaciones; es decir, un buen artículo debe pasar por el editor, la evaluación de uno o más dictaminadores, la revisión general.
Un libro lleva más o menos la misma lógica, aunque a veces solo pasa por el editor ficticio que ellos utilizan. Puede estar sucediendo que son agencias editoriales mal intencionadas, las que permiten una enorme cantidad de investigaciones publicadas, que poco sirven de ayuda a la sociedad.
Los “editores” buscan el correo electrónico de los autores, se ofrecen a asesorar al “autor” y le facilitan una plataforma para publicar.
Los libros en sí mismos no se imprimen de la forma tradicional, sino que se utiliza el novedoso y ecológico sistema de “print on demand”.
Por otro lado, está la cuestión de que muchos docentes tienen un largo ejercicio de la enseñanza en las aulas, y no están participando de estos nuevos eventos que atañen a la investigación académica. Son profesores que siguen apartados del camino de la investigación, pergeñados a “ortodoxias dudosas”.
Nuestras autoridades del Mescyt en estos momentos están reconociendo cuál es la tendencia correcta.
Ellos saben que es urgente y positivo combinar la actitud de asociar tanto a la investigación como a la enseñanza, aun cuando es completamente cierto que la primera nutre a la segunda, a pesar de que hay que intervenir a esos profesores que se han repetido tantos en sus libros, que se han hecho y rehecho en sus posiciones, que ya no sienten ningún pesar por las contradicciones que se han generado así mismos, no sienten nada.
En conclusión, el conocimiento que podemos exhibir hoy en día debe de emanar de la enseñanza y de la investigación, dos antorchas de la ciencia, también de los espacios y tiempos de la lectura, y ciertas estrategias para el aprendizaje de la ciencia.