En los últimos días, hemos sido testigos de una escalada en el conflicto del Medio Oriente, un incremento en las acciones bélicas que pone en peligro la estabilidad global.
La paz se ve amenazada por el uso intensivo de armas de alta precisión, impulsadas por tecnologías avanzada en las guerras modernas.
Uno de los mayores peligros que enfrentamos hoy, con el desarrollo acelerado de la inteligencia artificial generativa, es la posibilidad de que estas tecnologías se apliquen a la industria militar de manera descontrolada. Esto podría situar a la humanidad en una situación de amenaza global sin precedentes.
Basta con imaginar un misil que se active automáticamente, basándose en parámetros predefinidos y sin intervención humana directa.
¿Podría un error en su programación convertir a una población civil en el blanco accidental de un ataque, todo por decisión de una máquina?
Esta posibilidad nos obliga a reflexionar sobre las vulnerabilidades que estamos creando al ceder tanto control a sistemas de inteligencia artificial autónomos en entornos bélicos. Es precisamente por esta razón que, en la última Asamblea General de las Naciones Unidas , se impulsó la creación de un acuerdo global sobre la gobernanza de los sistemas de inteligencia artificial.
El objetivo de esta iniciativa es garantizar que estas tecnologías sirvan a la humanidad y no se conviertan en una amenaza para ella.
Es imperativo que todos los seres humanos nos comprometamos con el uso ético y responsable de la inteligencia artificial.
No podemos permitir que esta tecnología se convierta en una herramienta de destrucción.
Nuestro compromiso debe ser claro: la inteligencia artificial al servicio de la paz y la preservación de la vida.