Daris Javier Cuevas
Como se sabe, la inflación se presenta cuando se observa un incremento en el nivel general de precios en una economía comparando dos periodos. En la práctica esto se traduce en que los consumidores, personas físicas, adquieren menos bienes y servicios que en días anteriores, lo que da paso a interpretar que la inflación comprime o destruye el valor del dinero en el tiempo.
La inflación como fenómeno macroeconómico promueve la inequidad de la riqueza y el ingreso, cuyo mayor impacto se refleja en la población más pobre, esto es, el primer quintil de la población. Esto significa que la furia de la inflación castiga con mayor contundencia a las personas asalariadas, a los trabajadores informales y a los que se han retirado de sus labores en calidad de jubilados y estos son los más desprotegidos al no tener mecanismos para resguardarse del deterioro de sus ingresos generado por la situación inflacionaria.
La perdida del poder adquisitivo es el primer impacto negativo que se deriva de la inflación y que la población en sentido general la percibe por sus efectos nocivos en la economía y la ciudadanía en general. Por tal razón, la inflación es entendida como uno de los principales problemas de política económica, por tanto, su mitigación ha de enfrentarse como medidas de política económica con efectividad, enfatizando en una combinación de política fiscal y política monetaria.
Y ha de ocurrir de esa manera ya que la inflación es un fenómeno fruto de situaciones multifactoriales y que puede originarse cuando se presentan cambios relevantes en la economía que pueden alterar la demanda o que haya un considerable deterioro en la oferta agregada que se reflejan en un incremento de los precios.
Por igual, si en la economía se registra una fuerte expansión voluminosa en la circulación de dinero, combinada con un exceso desmedido del gasto público, la demanda de bienes y servicios presionará a los sectores productivos de la economía por encima de su capacidad y esto se convierte en un catalizar de alta potencia incentivador de aumento de precios incontrolable.
Bajo el enfoque planteado es que se puede entender las acciones activas y decisiones de la política monetaria cuya naturaleza y objetivo es frenar la inflación mediante el control de la circulación de dinero para evitar presiones en los precios. En tal virtud, la contribución de la política monetaria es lograr la estabilidad de precios e inflación baja, cuya efectividad se alcanza con un entorno económico, político y social favorable y estable.
Es en tal contexto que la postura de la política monetaria ha de ser cautelosa y su relajación o modificación no puede estar a espalda de los acontecimientos externos, pero si ha de estar vigilante al curso de la economía local. Esa es una razón poderosa para enfocar los instrumentos de política monetaria más allá de que la inflación es algo transitorio cuando las evidencias empíricas están mostrando que el fenómeno inflacionario ha pasado a ser de algo coyuntural a una situación de carácter estructural.
A los economistas le queda muy claro y se está consciente que la situación inflacionaria predominante es altamente trascendental y riesgosa ya que está impactando de manera negativa en el funcionamiento de la economía en todos los ámbitos de su dinamismo de una manera destructiva.
Es que los diferentes acontecimientos que, recientemente, se han producido en el entorno internacional ciertamente han forjado presiones alcistas en los precios de los bienes y servicios de demanda masiva, lo cual ha creado una perturbación en las cadenas de producción, a lo que se han incorporado situaciones de orientación local que están explicando la inflación en cada país.
A la Luz de la razón, en el debate económico se ha puesto en cuestionamiento si la política monetaria podrá ser efectiva para desarticular los gérmenes provocadores de la inflación, en el entendido de que luego de los grandes volúmenes de dinero que se inyectaron en la economía, se ha comprobado que ha sido el principal causante de la inflación predominante.
No obstante, los bancos centrales continúan aferrados al criterio de que se debe continuar con subidas de los tipos de interés para recuperar la estabilidad y credibilidad de la economía, por lo que se ha eliminado el discurso de que la inflación era transitoria, y ahora han comprendido, aunque tardío, que son con acciones de mayor ímpetu que se puede controlar el alza de precios que sigue destruyendo los bolsillos.