América fue armada con el derrumbe de la empresa colonizadora europea, un hecho en cadena iniciado en el último tercio del siglo xviii en las Trece Colonias, una posesión inglesa, y concluido más de un siglo después en sentido general con la tercera etapa de la guerra de la independencia de Cuba y la guerra hispanoamericana.
Antes del inicio de las independencias América era el nombre consuetudinario de una gran posesión europea constituida como conquista, pero empezó a tener un contenido diferente con el establecimiento de las nacionalidades y las fronteras.
La segunda de las independencias americanas tuvo lugar en el Caribe: Haití. Y en este punto hago una parada para referirme a un hecho conocido de todo el que alguna vez se ha interesado en estas independencias, como es el que a la primera, con fecha consensuada en 1776 y de la que surgió la nación más próspera del Continente, y con el tiempo convertida en proa del capitalismo mundial, con alianzas e intereses en tantas partes del mundo que la llevaron a constituir un enorme aparato militar, le siguió la del oeste de Santo Domingo, fechada en 1804, centrada en sí misma y atormentada todavía acerca de la manera más efectiva de gobernarse y por la condición de su pueblo.
Cuando el Reino de Castilla encontró el continente desconocido estaba poblado por millones de aborígenes, un hecho perfectamente conocido. Se les impuso, se estableció y más adelante hicieron lo mismo otros Estados europeos. Para la explotación de las colonias fueron utilizados millones de hombres y mujeres del África subsahariana en uno de los procesos más bochornosos de la historia conocida de la humanidad.
Para los días de la irrupción de las independencias en América había cientos de miles de europeos y criollos con esta condición, millones de aborígenes, millones de esclavos de origen africano y millones de mestizos.
La primera independencia fue una guerra europea en América, la segunda también, por lo menos en su primera etapa, más delante tuvo una etapa intermedia o mixta en la que se coaligaban esclavos sublevados con ejércitos europeos según fuera la coyuntura.
La tercera etapa, con un carácter eminentemente social, de esclavos alzados contra una potencia europea, culminó en la fundación de la República de Haití.
Nunca tuvo lugar, en la etapa independentista, la guerra de los aborígenes por un espacio vital propio, un hecho que ha privado al Continente de una república de los nativos precolombinos, de los colonizados, los despojados, los empujados a un sistema de concepción del mundo, creencias y organización social al que acaso nunca se hubieran orientado de no haber tenido lugar el 3 de agosto de 1492 y el 12 de octubre siguiente, con la partida de Cristóbal Colón de Puerto de Palos y su llegada a una islita poblada del hoy denominado archipiélago de las Bahamas.
Lo peor estaba por ocurrir, y ocurrió, con el inicio de la empresa colonizadora de la mano del Reino de Castilla y Colón, el arrojado navegante.