La independencia nacional: Una identidad sin tuétano (4)

La independencia nacional: Una identidad sin tuétano (4)

La independencia nacional: Una identidad sin tuétano (4)

Miguel Febles

En una nota anterior se hizo referencia a la frágil identidad nacional como una de las causas del fracaso en la proyectada independencia de 1821, la nombrada de Núñez de Cáceres.

El dominicano no se reconocía como nación.

Se miraba en el espejo, pero no se veía.
Antes de que fuera emitida la declaración del 1 de diciembre, que pronto cumple 200 años, habíamos tenido pronunciamientos regionales por la unión con la República de Haití, que tenía oficiales instigando la unión.

En un libro de 1986 que tituló El pasado dominicano, Frank Moya Pons incluye el ensayo Etnicidad, identidad nacional y migración, en el que dice que “el sentido de la identidad en una persona o en un grupo social cualquiera es lo mismo que su autopercepción como individuo o grupo” (Pág. 235). Más adelante afirma: “La identidad nacional es un concepto dinámico, siempre cambiante”.

El escribidor se reserva el derecho futuro de aprovechar esta afirmación en relación con las críticas de algunos pensadores acerca de la condición del dominicano.

Alba Josefina Záiter, en un estudio del año 1996, La identidad social y nacional en Dominicana: un análisis psico-social, hace una exploración teórica de la identidad social, nacional y cultural de la que echamos mano con la esperanza de hacer comprensible lo que se dirá sobre el pueblo dominicano de entonces.

“La manifestación de la identidad nacional involucra procesos psico-sociales como: identificación, representación social, autoimagen, conciencia histórica, socialización, afectividad, participación social, movilización social” (Pág. 63). De estos elementos dice que “hacen posible el vínculo social (en un sentido u otro) de los individuos con su realidad nacional y un determinado grupo nacional” (Uff).

Los dominicanos de hecho que habitaban el país, entonces de unos 52 mil kilómetros, no eran cien mil personas. ¿Y estaban dispuestas a involucrarse con una independencia llamada a convertirlos en dominicanos de derecho? Unos años antes, en 1809, se habían comprometido con Sánchez Ramírez en una guerra para dejar de ser franceses y volver a ser españoles.

La única vía para el alivio de las necesidades había estado en el oeste, con el que se desarrollaba un comercio significativo desde los días de la colonia francesa y la revolución haitiana, pero se le interpusieron obstáculos durante la Era de Francia.

Beler, Dajabón, Montecristi, Puerto Plata, Santiago, La Vega y Bonao se habían pronunciado a favor de la anexión con la República de Haití y la independencia de Núñez de Cáceres fue borrada sin un tiro.

Al dominicano le faltó sentirse nacional, identificar a su país como la tierra en la que hablaba, nombraba, se multiplicaba y hacía fortuna, la que había heredado de sus antepasados, que los contenía, y la que legaría a sus descendientes.