Santo Domingo es una tierra de primacías. Las aporta desde 1492. Fue la primera colonia de europeos en el Continente y fue también la primera —y la única— entregada como rescate: 22 de julio de 1795.
Una de estas primacías la aportó el país de al lado al convertirse en la primera república negra y abolicionista del mundo.
El primer hito en la lucha por los derechos humanos se produjo en Santo Domingo con el Sermón de Montesinos; la primera monarquía (la de Cristóbal), la primera nación que tras declarar su independencia arrolla la de otro pueblo y coloniza su país (9 de febrero de 1822) y esto, a su vez, generó la primera independencia proclamada en lucha contra otra nación americana (27 de febrero de 1844).
El de los dominicanos es, desde todo punto de vista, un proceso independentista interesante. El desinterés o incapacidad de España les permitió a unos cuantos funcionarios proclamar una independencia de gabinete en diciembre de 1821, sin tirar un tiro y sin recorrer una milla a caballo al frente de un ejército o una turba, sin integración popular, sin porvenir (debe de ser única en el Continente).
Esta independencia fue borrada el 9 de febrero de 1822 sin tirar un tiro y 22 años después, 27 de febrero del 44, fue disparado un tiro y recuperada la independencia, la cual fue barrida sin un tiro, 15 años después, por uno de sus próceres, Pedro Santana, quien había sido declarado libertador por el Senado, que le entregó una espada simbólica.
Dos años después fue iniciada una guerra para restaurar la independencia y en otros dos años fue expulsado el ejército español, que en cuatro años había permitido a los dominicanos conocer que su sentido de identidad nada tenía que ver con España.
Tres años después de la Restauración uno de los próceres, general José María Cabral, estaba arrendando la bahía de Samaná al gobierno de los Estados Unidos de América, hecho que no pudo concretar porque cuando el general Pablo Pujols, su delegado, firmaba el tratado en Washington, lo derrocaba una revolución que llevaría a Buenaventura Báez de vuelta al poder, desde el cual iniciaría gestiones para entregar el territorio, entero o en pedazos, como si no hubiera habido una anexión de 22 años, una de 4 años y en cada caso la vuelta violenta a la independencia.
Los esfuerzos de Báez, “el caudillo del sur” (Mu-Kien), no murieron con el fracaso de Grant en 1870; antes de ser echado definitivamente de la Presidencia consiguió el arrendamiento de la Bahía de Samaná y, como consecuencia, propició que ondeara la bandera estadounidense, que fue arriada con la rescisión del contrato por el gobierno de Ignacio María González, uno de sus colaboradores.
¿Cuál era el motivo detrás de esta insistencia de patriotas y entreguistas en ceder el territorio o algunas de sus partes? La economía.