“Estoy viva para contarlo”: la historia de Virginia Meza, sobreviviente de un intento de feminicidio

Santo Domingo.– Virginia Meza tiene 24 años, es venezolana, y hace casi una década llegó a República Dominicana con su madre en busca de una vida mejor.
Pero fue aquí, el 15 de octubre de 2024, donde esa vida estuvo a punto de apagarse de forma violenta.
Su expareja le disparó en la cabeza dentro de su propio carro. Ella sobrevivió. Hoy, no solo carga con secuelas físicas y emocionales, sino también con una misión, dar voz a las mujeres que aún no se atreven a contar su historia.
«Estoy viva para contarlo», dice Virginia, con serenidad pero con el peso de quien ha enfrentado la muerte de frente.
Relata que fue a buscar unas pertenencias que su expareja aún tenía en su poder, no imaginó que se convertiría en una víctima más del intento de feminicidio.
Las secuelas
Virginia no murió. Milagrosamente, sobrevivió al disparo en la sien. Aquel proyectil le arrebató el olfato y dejó su ojo derecho sin visión. Hoy solo cuenta con un 20% de visión en el ojo izquierdo.
“Cuando desperté en el hospital no veía nada. Mi cara estaba desfigurada y no sabían si tenía ojos. Fue como estar en la oscuridad más absoluta, física y emocional”, relató en el el Programa Con Jatnna.
El agresor, quien usó un arma robada, se disparó a sí mismo días después. Murió el 5 de noviembre, justo el día del cumpleaños de Virginia. Ella no lo celebra. Ese día es ahora una marca en su calendario, una fecha que resume horror, duelo y, contradictoriamente, vida.
Una violencia invisible
Lo que más llama la atención en su testimonio es que nunca vivió lo que tradicionalmente se identifica como violencia de pareja.
No hubo golpes ni insultos. La agresión fue más sutil, más peligrosa: manipulación, chantaje emocional, invalidación constante.
“No me pegó nunca, ni me gritó. Pero me hizo sentir culpable, pequeña, incapaz. Esa violencia silenciosa también mata”, dice Virginia, con una claridad conmovedora.
Después del ataque, y en medio de su proceso de recuperación, fue despedida de su empleo. La razón: su discapacidad visual.
“Necesitaban a alguien con el 100% de sus capacidades. Me dejaron sin trabajo justo cuando más necesitaba apoyo”, lamenta.
Pero no se quedó en la queja. Junto a su madre inició un pequeño emprendimiento, y más allá de lo económico, encontró en la comunicación una nueva forma de canalizar su experiencia: lanzó su propio pódcast, llamado «Diálogos a ciegas».
“Es mi compromiso con la sociedad. Contar mi historia y otras, visibilizar la violencia, exigir inclusión”, afirma.
Virginia se convirtió en una activista desde la experiencia, desde la resiliencia. Su pódcast no solo denuncia, también orienta y abraza. Porque su voz, que un día fue silenciada por un disparo, ahora se alza más fuerte que nunca.
“Si estás en una relación donde te sientes menos, donde dudas de ti misma, sal de ahí. La violencia empieza mucho antes del primer golpe. Yo sobreviví para que otras no tengan que pasar por lo mismo”.
Y así, entre el dolor, la fe, la rabia y la esperanza, Virginia Meza sigue mirando al mundo aunque sea parcialmente.
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