La mayoría de las personas pasan una significativa cantidad de tiempo de su día desesperándose por cualquier motivo. Lo vemos en las calles, en el trabajo, en el hogar y en el plano personal.
En nuestro cerebro se ha instalado el “chip” de la prisa y ya ni nos preocupamos por cultivar la paciencia ni hablar de la facultad o capacidad de realizar acciones en calma.
El mejor espejo de esto es el tránsito. La mayoría de los dominicanos tienen tal cantidad de prisa que llevan en la frente el letrero de “imprudentes” y en letras mayúsculas. No es de extrañar que República Dominicana forme parte de la lista de los países de América donde más siniestros de tránsito suceden.
Y es que una de las habilidades que al ser humano moderno le resulta difícil es “esperar”, pareciera que está en contra de su naturaleza. Y es que todo lo quiere obtener en el momento que lo desea, sin importar los medios para lograrlo ni las personas que se lleva en el camino.
Luego nos preguntamos el por qué del estrés, la depresión y hasta los suicidios, sin contar los accidentes debido a las imprudencias causadas por las prisas. Es que el hábito de “perder la paciencia” causa un gran daño, tanto a uno mismo como a otros.
Las personas impacientes, en lugar de responder, son propensas a reaccionar sin importar el nivel de dificultad para conseguir lo que desean. Muchos se irritan, entran en pánico o se abaten por el desaliento.
Lo lamentable es que, cuando vislumbran la solución a la situación, ya su descontrol emocional ha tocado la estratosfera de la crisis, alejando a los demás.
Si eres de esas personas que se irritan con facilidad será mejor que comiences a observar cuántas veces al día “pierdes la paciencia” y por qué ocurre. Analiza y determina la o las razones de esa actitud que compromete tu equilibrio interior. Si no puedes hacerlo solo, no dudes en buscar ayuda.
La paciencia no es pereza ni imprudencia, es serenidad. Cuando se mantiene, permite ver más allá de nuestras propias narices, evitando arrepentirnos luego y quitándole el poder que pudieran tener sobre nosotros otras personas o cosas. Recuerda que cada circunstancia que se vive es para aprender.