El pasado martes, en la versión digital de El Día, hice una radiografía sobre el machismo y el racismo en la sociedad dominicana, extendiéndome hacia la corrupción en los actores políticos,hoy quiero destacar la raíz de esas patologías en la sociedad dominicana.La cuna de la sociedad dominicana presente está en el régimen trujillista que gobernó y forjó la sociedad dominicana como ninguna otra dictadura anterior lo hizo.
Tanto por el tiempo que duró, como por la intensidad de sus acciones en todos los órdenes: social, político, cultural y hasta económico, el trujillismo le dio forma a nuestro pueblo. Tomando en cuenta que desde el descabezamiento (literalmente) de Trujillo no hemos vivido ninguna revolución social o política que efectivamente transformara ese modelo y sus valores (salvo dos intentos frustrados: el gobierno de Bosch y la Revolución de Abril), descubrimos constantemente los aberrantes patrones trujillistas en nuestra sociedad actual.
La dictadura forjó una sociedad machista y racista que explotó y asesinó a miles de hombres y mujeres, dominicanos y haitianos, para preservar en el poder al déspota y su familia, enriqueciéndose de manera descomunal y estableciendo valores políticos y sociales que siguen vigentes. Trujillo se afirmaba como el paradigma del macho, blanco, violento y obsesionado con la formalidad del poder. Su machismo impuso la misoginia como arquetipo de la dominación de los hombres sobre las mujeres, promoviendo la promiscuidad de los hombres y reduciendo el rol de las mujeres a ser madres y esposas sumisas. Su obsesión por no ser mulato lo llevó a intentar blanquearse en el discurso y sus acciones políticas. El énfasis por la formalidad del poder se mostraba en sus vestimentas, las ceremonias religiosas pomposas y los desfiles de tributación a su poder.
Un hecho del trujillismo que ha malogrado la vida democrática dominicana es la continuidad en el poder que constantemente cae en la reelección y las reformas de la Constitución para mantener en el poder a quien lo detenta. Muchos han teorizado groseramente el paradigma de que el éxito político se establece por la continuidad en el poder del gobernante o el partido político por cualquier medio. La manipulación de las elecciones para garantizar el triunfo de un candidato sigue siendo una norma que sigue vigente, con diversos medios y estratagemas. La subordinación de los votantes mediante el empleo en el Estado y las “ayudas sociales” no tiene freno en los discursos más obscenos de candidatos. La corrupción de comunicadores para transformarlos en bocinas es el mismo mecanismo empleado por la dictadura trujillista.