La inteligencia artificial, desde el punto de vista de la escritura, viene a salvar algunos escollos importantes opuestos por este arte y este oficio a muchas personas incapacitadas para hacerlo bien.
Es una de las ventajas de estos tiempos. Quien se sienta atraído por el arte de escribir, debe aprender a hacerlo; quien se encuentre ante la necesidad, debe de tener suficiente con interrogar de la manera apropiada a una aplicación, algo relativamente fácil. Pero si este punto es también fuente de dificultades, pues los esquemas o las fórmulas para la interrogación apropiada pueden ser suplidos por un algoritmo.
A mediados del siglo pasado un investigador ideó una fórmula según la cual era posible escribir con eficiencia y relativa facilidad un informe si la persona puesta ante la necesidad era capaz de preguntarse quién dice qué, a quién, por cuál medio y efectos. Es la denominada fórmula de Harold Lasswell. Antes, muchos antes, el griego Aristóteles había propuesto las preguntas básicas puestas en este esquema de Lasswell, y una y otra fórmulas llegaron al campo de las comunicaciones para la elaboración de informaciones pasibles de ser esquematizadas: las denominadas “noticias” en pirámide invertida.
El propósito de las afirmaciones precedentes no es otro que mostrar la existencia de esquemas para la redacción de informes, orales o escritos, desde hace bastante tiempo.
Hoy están siendo puestos a cargo de máquinas alimentadas con energía eléctrica a través de circuitos electrónicos, equipadas con programas o aplicaciones y acceso vía una red de ordenadores, a bancos de datos digitalizados. Cada uno de estos elementos no son más que técnicas, y en conjunto, tecnologías, algo de toda la vida sin lo cual serían impensables las civilizaciones. ¿Cuál es el miedo? Si alguien escribe apoyado en la ahora denominada inteligencia artificial y es capaz de ser honesto, puede poner, entre paréntesis (IA), o (con la colaboración de IA).
La inspiración y la destreza al escribir son otras vías. Pero no olvidemos que hace miles de años un griego, Platón, del que hemos tenido noticias por vía de escritura, deslizó en uno sus diálogos una carga contra la escritura por ser causa de inutilización de la memoria.
En otro momento de esta secuencia de notas acerca del arte y el oficio de escribir hice referencia a este punto de vista de Platón, presentado como una afirmación de Sócrates en el Fedro, sobre la que no toma posición.
Todavía puedo levantar otra bandera en lo que parece una permisividad a ultranza ante la invasión de la informática en el ámbito de la escritura. Entiendo que el estilo, el conjunto de los rasgos distintivos de un autor, junto con la creatividad, la inspiración, lo novedoso y lo humano, seguirán todavía durante mucho tiempo dando vida a la escritura artística, esa que pone cierta o mucha atención al objeto estético, tanto como al de la forma y el fondo.
He publicado bajo “El escribidor” varias notas alrededor del arte y el oficio de escribir, la primera el día 14 de abril a propósito del 25 aniversario de la muerte de Germán Ornes. Hoy concluyo, día 5 de julio de 2024, con la esperanza de haber mostrado lo difícil de escribir cuando se hace a conciencia.