Las elecciones municipales constitucionalmente previstas para el domingo pasado fueron suspendidas a causa del colapso del sistema de voto automatizado.
La detección el sábado en la noche de estas dificultades provocó una reunión extraordinaria de la Junta Central Electoral (JCE) con los delegados de los partidos en busca de soluciones.
Pero a pesar del despliegue de esfuerzos, no fue posible corregir el problema a tiempo y, el domingo en la mañana, alrededor del ochenta y siete por ciento de los equipos no funcionó adecuadamente.
La consecuencia fue la suspensión de las elecciones. Es obvio que esto crea un problema delicado para la democracia dominicana. Las nuevas autoridades municipales asumen el 24 de abril por mandato constitucional, lo que obliga remediar el entuerto en un plazo razonable antes de esa fecha.
En cumplimiento de sus facultades, la JCE ha convocado al sufragio para el 15 de marzo, esta vez con las boletas manuales.
Aunque es el primer paso hacia una solución, lo cierto es que nuestra democracia podrá sortear este escollo sólo si se produce un acuerdo político que garantice que los dominicanos podremos ejercer el voto y que este será contado adecuadamente.
Esta solución implica crear las condiciones para que los participantes acudan confiados al proceso. De nada servirán las fórmulas jurídicas para celebrar nuevas elecciones si los actores no están contestes.
Hablando claro, hay que escuchar los reclamos de la oposición, especialmente del Partido Revolucionario Moderno (PRM). Las condiciones de este acuerdo serán las que surjan del debate entre los actores, pero es previsible que toquen temas indispensables, como la equidad en el proceso por venir y la investigación independiente de los hechos que nos llevaron a esta situación.
El camino que nos toca transitar tiene dos posibles salidas: el agravamiento de la crisis o el fortalecimiento de las instituciones democráticas.
A pesar de la desconfianza con la que muchos miran a la clase política, esta ha demostrado ser más prudente de lo que los ciudadanos solemos reconocerle. Ha buscado salidas a crisis más graves que esta y pienso que volverá a hacerlo ahora.
Eso sí, para eso es necesario que los ciudadanos acompañemos el proceso, ayudando o criticando según corresponda.
Después de todo, es nuestro derecho al voto el que está en juego. Debemos ser conscientes de que el temple de una democracia se mide cuando las cosas salen mal. Cada cual jugará en este proceso el papel que entienda, pero todos debemos aportar para que se imponga el bien común. Es la hora de los demócratas.