Nuestro país vive días difíciles. La puesta en marcha de un importante caso de corrupción ha servido como catarsis respecto de frustraciones ciudadanas reprimidas o silenciadas por mucho tiempo.
Es normal, y recurrente. Puede ser incluso saludable, porque ayuda a priorizar necesidades ciudadanas a las cuales la opinión pública (o publicitada) no dan importancia.
Pero para que cumpla con esa función, es necesario que todos actuemos con templanza y madurez. Lo he dicho antes, cuando los escándalos apuntaban en otra dirección, pero esto no es algo que dependa de quién es el afectado
. En realidad, contrario a la visión cortoplacista de estos problemas, la única oportunidad aprovechable que esto presenta es la de empezar a colaborar para que nuestra democracia responda mejor a las necesidades de los dominicanos.
Lo que se requiere de nuestros líderes no es gestión de crisis, por un lado, ni que se anoten puntos, por el otro. Es momento de entender que los ciudadanos necesitan un Estado que no sólo los oiga, sino que los escuche y ponga manos a la obra.
La apelación al populismo penal no contribuye a la solución del dilema actual. Hacen mal quienes lo alimentan, sobre todo si lo hacen desde posiciones de autoridad institucional, social o política. La exaltación no nos traerá nada bueno, porque siempre termina siendo una cacería del culpable favorito. Sólo que, en contextos como el actual, cada uno busca el suyo, con lo cual todos perdemos.
Es hora de que dejemos de escuchar esas voces chirriantes del populismo penal, que en realidad lo único que buscan es pescar en aguas revueltas. El tiempo ya dejará claro que son los primeros en traicionar las esperanzas que despiertan. No hay que darles lo que buscan.
Esta es una oportunidad de oro para demostrar, una vez más, que una de las mayores fortalezas de la democracia es su capacidad para solucionar conflictos sociales aplicando las reglas de un Estado de derecho.
Las democracias no tienen como propósito adaptarse al sentimiento populista, sino resistirlo. Es por eso por lo que sus instituciones operan de manera que puede parecer lenta, o ineficiente.
Pero es esto lo que permite que las soluciones tomen en cuenta el conflicto concreto, pero también el cuadro general. Actuemos con prudencia, preservemos lo que tenemos, no sea que luego nos arrepintamos.