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La generosidad perdida

Roberto Marcallé Abreu Por Roberto Marcallé Abreu
La generosidad perdida
Roberto Marcallé Abreu

Es muy probable que cuando se reflexiona en asuntos de interés común, usted y yo nos preguntemos qué ha ocurrido con la sociedad, con el mundo, con los valores tradicionales, con el ser humano…

Imposible ignorar que, en la existencia, todas las conductas son susceptibles de transformación y cambio. Asimismo, por la esencia misma de cuanto existe, un sinnúmero de antiguas verdades ha cambiado y se desconoce si para bien o para mal…

Usted abre ampliamente los ojos y observa en la distancia. Y piensa, entonces, en lo que significaban para usted algunas personas, sus valores, creencias, conductas. Un pensamiento nos asalta: la maldad siempre ha estado muy presente y presta a sorprendernos…. Aparejada a esta oscura realidad, también eran perceptibles en las personas manifestaciones más que significativas de verdadero aprecio, extrema generosidad, bondad, decencia, respeto…

Como siempre me expreso desde una óptica muy personal, diría que uno termina por descubrir que una infinidad de virtudes han sido desplazadas por deplorables antivalores. Quizás hemos arribado al momento de preguntarnos qué nos ha ocurrido, cuales atributos como la solidaridad, la reciedumbre moral y personal se redujeron a cenizas en casi en todas las instancias de la vida en sociedad…

Un concepto de la amistad franca y auténtica, la confianza y el respeto, se han extraviado hasta ser desplazados por todo lo contrario. La existencia individual y colectiva parece haberse transmutado en aquello que el literato español describía como “los intereses creados”.

Amigos de muchos años terminaron por transformarse en personas ambiguas, en esclavos de deleznables apetitos… La franqueza, la amistad, fueron sustituidas por actitudes que en nada se asemejan a las que conocíamos. Esta deplorable degradación nos ha convertido en personas desconfiadas, abatidas, tristes, silenciosas. Nada es lo que era o fue. Antiguos conocidos han caído en un abismo de apetitos, ambigüedades y deleznables intereses creados…

Gracias a Dios que todos conservamos vínculos con amigos excepcionales que no han perdido su integridad, su calidad humana, su franqueza, su generosidad.

Aterra, no obstante, que un sinnúmero de personas, de diversas edades, sexos y honorable proceder en otros tiempos se hayan transformado en aquel personaje que descubrimos horrorizados en “El retrato de Dorian Gray” o practicantes de la trágica ambivalencia del “Señor Jekyll y el señor Hyde” …

Es decir, en personas cuyos rostros y maneras se nos figuran como los de siempre, pero que, en las honduras de sus almas y en su comportamiento es evidente que ya no se trata de los mismos seres humanos. Por el contrario…

Se trata, ahora, de gente desbordada de malignidad y envidia. Estos mutantes impredecibles con frecuencia nos saludan con una sonrisa o un gesto, una bien estudiada amabilidad, aunque es evidente que les resulta muy difícil y complicado ocultar las oscuras y toscas máscaras que disfrazan realidades y comportamientos tan descompuestos como sencillamente inaceptables…

Todos hemos cambiado. Nuestra esperanza es que cada quien cuide y preserve lo mejor de cada quien. Una tarea en extremo difícil y quién sabe si hasta imposible…

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