Uno cierra los ojos y recuerda el testimonio temeroso de aquel joven oriundo de un pueblo de la frontera.
Eran los días previos a la celebración de las “primarias” de los partidos que participarían en los comicios del 2020.
“Me enviaron a una misión en la capital”, confesó a un amigo. “Me facilitaron una camioneta doble cabina de las grandes.
Se me dio la dirección de una residencia enorme, un palacete ubicado cerca del parque Mirador.
La patrona, insistente y agresiva, nos llamaba a cada momento para preguntar y dar instrucciones. Cuando llegué al lugar había numerosos agentes uniformados y de civil merodeando.
“Me aguardaban. A mí y a otros. Al entrar la impresión que recibí me dejó aterrado. En las enormes salas se acumulaban gigantescas pacas en grueso papel plástico repletas de dinero de altas denominaciones.
Llegaban hasta el techo. Avancé por un pasillo con entradas que conducían a grandes habitaciones.
Todas estaban repletas de pacas similares. Estaba asustado, es la verdad. Mi orden era la de cargar con decenas de esas pacas y trasladarlas a un destino. Se me advirtió que ese dinero era para garantizar el triunfo del candidato oficial en las primarias”.
Este hecho es, apenas, un asomo de lo que ocurrió en esos días y durante los últimos ocho años del gobierno anterior cuando los niveles de degradación del país alcanzaron niveles nunca similares en toda nuestra historia.
Apenas han transcurrido cinco meses del gobierno presidido por Luis Abinader. Cuatro años apenas son un breve periodo que transcurre con celeridad y se diluye en el espacio infinito. Uno se traslada al pasado y observa multitudes en el Palacio observando el cadáver del generalísimo Trujillo acribillado a balazos en el 1961.
Es la vida y la historia. Los hechos se suceden aceleradamente. Mujeres y hombres en papeles protagónicos figuran en la vida pública, permanecen como presencias dominantes y luego desaparecen: Bosch, Manolo, Caamaño, Montes Arache, Peña Gómez, Balaguer, Augusto Lora, Antonio Guzmán, Jorge Blanco, Leonel Fernández, Hipólito, Medina… De todos y cada uno de ellos solo quedará la memoria de sus hechos y realizaciones.
El presidente Abinader está utilizando cada minuto de su tiempo para plasmar en la historia un gobierno ejemplar.
Por eso, cada uno de sus funcionarios debe seguir su ejemplo.
El tiempo es indeclinable, imperdonable. A veces la existencia parece detenerse, como si se volviera inamovible.
Pero es una ilusión, cada segundo, cada minuto cuenta.
En estos seis meses han quedado develados los terribles escándalos y el grosero dispendio del dinero público y la espantosa corrupción del régimen que presidió Medina. Son noticias que todavía nos aterran.
El ciudadano sigue de cerca el proceso a los responsables de los múltiples escándalos. La libertad, la impunidad de estos depredadores no puede incluirse en ningún contexto de posibilidades.
El gobierno que se dio el pueblo en las últimas elecciones ha hecho y está haciendo lo que debe hacer.
La tarea demandada por la Sociedad era y es la de liquidar este ominoso estado de cosas de corrupción y robo, el de restablecer el orden, la institucionalidad y eliminar para siempre el entramado de tales prácticas degradantes que han mantenido en un estado de indescriptible miseria a millones de dominicanos.