La fuerza

Desde ayer, los dominicanos vivimos un momento amargo. Una tragedia cuya magnitud aún desconocemos tocó nuestras puertas.

Las redes, usualmente llenas de diatribas, se colmaron de pedidos de ayuda y de personas buscando dar con el paradero de sus seres queridos.

Para cualquier persona con un mínimo de sensibilidad son momentos desoladores.

No existen palabras capaces de dar aliento a quienes se enfrentan al dolor o la incertidumbre. El horror del momento que viven no se diluye con palabras de consuelo; pesa, rompe, lacera sin que podamos evitarlo.

En este panorama angustioso también hemos podido ver lo mejor de nosotros. De manera espontánea, los dominicanos nos hemos movilizado para colaborar, en la medida de lo posible, con la labor de las autoridades.

Hemos ido a donar sangre, compartido información sobre los aún desaparecidos, y evitado estorbar las labores de rescate.

Nuestros momentos difíciles reconfirman siempre que la mayoría de los dominicanos somos solidarios y sensibles al dolor ajeno.

Esto es importante porque resalta el verdadero temple de una sociedad y, por ende, su capacidad de perdurar y prosperar.

Habla bien de nosotros que seamos capaces, una y otra vez, de actuar conjuntamente y en beneficio del bien común. Disposición que debe ser fuente de orgullo para nuestra sociedad. Debemos atesorarla y reconocerla.

Mientras tanto, de cara a la tragedia que nos sacude hoy, brindemos a las víctimas directas todo el apoyo que necesiten. Ningún gesto es poco ni tampoco demasiado.

Su dolor e impotencia es asunto de todos.
Pero, también, seamos más generosos y gentiles los unos con los otros. Con demasiada frecuencia malgastamos nuestra energía en diatribas estériles e innecesarias.

Nos gusta demostrar que tenemos la razón, incluso cuando lo más conveniente es llegar a acuerdos. El mundo actual es convulso, no hay duda de ello.

Enfoquémonos en cosas útiles y hagamos acopio de esa fuerza que solemos encontrar en la unidad y la solidaridad.