Jean-Baptiste Molière, dramaturgo, actor y poeta francés, dijo que “los pueblos felices no tienen sociología, tienen costumbres, instituciones y leyes”.
La fortaleza institucional constituye para las naciones que la asumen, un pasaporte hacia el progreso material y espiritual.
En el siglo XVIII, Montesquieu lo vio así: “Antes que sus leyes, defiende un pueblo sus costumbres. Nunca se ofende más a los hombres que cuando se choca con sus ceremonias y costumbres”.