La fortaleza es la fuerza interior que nos ayuda a vencer el temor y a evitar la temeridad y se cultiva orientando la razón hacia el bien como valor supremo y absoluto.
Es la manifestación del Espíritu de Dios en la vida humana que se expresa en lo cotidiano y en lo extraordinario. La capacidad de superar la adversidad y en vencer el mal renunciando a sus seducciones de poder, tener o placer eligiendo el bien que asegura la vida eterna.
Fortaleza es ser ejemplo de honestidad en ambientes corrompidos en los que se confunde la integridad con el miedo o la debilidad. Perseverar en la misión de servicio aunque la fuerza física decaiga o parezca que se está sembrando entre piedras.
Es defender la vida en medio de los discursos disfrazados de humanidad y de derechos que quieren imponer la cultura de la muerte como desarrollo. Vivir en fortaleza es apostar por una familia unida pese a que la sociedad promueva el individualismo y el divorcio como emancipación y liberación personal.
¿Y cuál es la fuente o la razón de la fortaleza? Jesús es la fuerza de todo el que lo sigue. Se manifiesta en las siguientes verdades:
Jesús es la Palabra: Juan, 1-3 nos recuerda que “Por medio de Él todas las cosas fueron creadas; sin Él, nada de lo creado llegó a existir”. Si en Jesús empiezan y se agotan todas las cosas, poner la esperanza en Él, es el gran sostén de una vida con sentido.
Jesús está con nosotros: Jesús en Mateo, 28,20 nos dice que Él está con nosotros, todos los días hasta el fin del mundo. Esta certeza es nuestra confianza para vivir con alegría y sin miedo porque Él nos cuida y acompaña. Si Él está con nosotros, ¿quién contra nosotros? (Romanos 8:31).
Jesús es nuestra paz: La promesa de Jesús de dejarnos y darnos la paz (Juan 14:27) que se renueva día a día es el motor de la fortaleza cristiana. Nada en el mundo puede dar la paz que da Jesús.
Jesús nos ayuda a vivir la fortaleza como un don que, como expresa el Papa Francisco, tenemos que pedir al Espíritu Santo para que pueda aliviar nuestro corazón.