Quien me conoce sabe que durante muchos años desarrollé mi vida profesional alrededor de la participación en el trabajo de organizaciones no gubernamentales.
También sabe de mi absoluto desencanto con ese mundo. Hay excepciones, sin embargo, y creo que la más importante de ellas es la Fundación Institucionalidad y Justicia (FINJUS). Quizás no es casualidad, pues mi primer trabajo vinculado al Derecho fue allí.
Entré de manos de Eduardo Jorge Prats, mi amigo y maestro más allá de la universidad, luego trabajé con Francisco Domínguez Brito y Carlos Salcedo.
No trabajé directamente con tres de sus directores ejecutivos: Milton Ray Guevara, José Alfredo Rizek y Servio Tulio Castaños. Sin embargo, con dos de ellos también tengo vínculos importantes.
Don Milton fue mi profesor de Derecho Constitucional en licenciatura y nos unen lazos de cariño y respeto de esos que no se rompen con las diferencias. Con Servio Tulio me une una amistad templada en la forja del debate académico.
La FINJUS es una institución con la que se puede tener diferencias, pero a la que debe reconocérsele que ha sido coherente y que no pretende disimular sus posiciones.
Son las que son, y defiende una visión del constitucionalismo democrático y liberal que es necesaria en el país.
Su defensa firme del debido proceso es un ejemplo para seguir en estos tiempos de demagogia penal. También lo es su defensa de la institucionalidad democrática sin los dobleces tan comunes en aquellos que se llegaron a convertir en censores de la virtud ciudadana.
En mi caso particular, incluso cuando no estoy de acuerdo con una de sus posiciones, algo raro, me resulta fácil ver una verdadera preocupación por la cosa pública.
Hay quien le critica su vinculación con el empresariado, cuando debería ser motivo de celebración que empresarios dominicanos hayan decidido unir esfuerzos para impulsar una agenda que les es propia, pero no por su ocupación, sino por la condición de ciudadanos que todos compartimos.
En el paisaje desolado del otrora dinámico sector social, la FINJUS es -como lo indica su logo- un punto luminoso que todos debemos valorar.
Servio Tulio, como vicepresidente ejecutivo, se ha encargado de no permitir que se la trague el utilitarismo, y que siga defendiendo los valores de siempre. Me permito felicitar y agradecer a todo su personal presente y pasado por lo creado, logrado y conservado.