La fe y la inteligencia artificial: un diálogo contemporáneo

La fe y la inteligencia artificial: un diálogo contemporáneo

La fe y la inteligencia artificial: un diálogo contemporáneo

José Armando Tavárez

Desde los inicios de la civilización, la humanidad ha usado su ingenio para crear herramientas que mejoren su calidad de vida.

Las tecnologías, fruto del ingenio humano, son expresiones de nuestra creatividad e innovación únicas. Mirando a nuestro alrededor, contemplamos productos y servicios diseñados para sostener la vida tal como la conocemos.

Los medios de transporte, las herramientas de producción y las plataformas de servicios, entre otros avances tecnológicos, son resultado de siglos de progreso científico y técnico.

Recientemente, hemos logrado uno de nuestros mayores avances: la inteligencia artificial (IA), antes relegada a la ciencia ficción. Gracias a la tecnología, hemos superado limitaciones en movilidad, alimentación, convivencia y gestión de información. Con la IA, especialmente la generativa, estamos cerca de crear máquinas que piensen como nosotros. Estas herramientas pueden emular procesos cognitivos antes exclusivos del cerebro humano.

Quienes creemos en un Dios creador, pensamos que hombres y mujeres hemos sido creados a su imagen y semejanza.

Esta semejanza se manifiesta en nuestra libertad para elegir nuestro camino, en nuestra capacidad de amar y ser amados, y en la consciencia de nuestra existencia, rasgos que nos hacen únicos en el universo, nos definen como seres vivos capaces de pensar y amar.

Ante esto, cabe preguntar: al crear entes inteligentes, ¿nos convertimos en dioses de estas entidades de IA? ¿Podrán ellas ser conscientes de su existencia? Aunque hoy la IA generativa no es consciente de lo que genera en texto, audio o video; y mucho menos es capaz de amar verdaderamente, sólo puede simular empatía y comprensión, ¿podrá la IA del futuro llegar a tener esas capacidades que Dios solo nos ha dado a nosotros?

En el último siglo, hemos avanzado enormemente en nuestro entendimiento del universo, de nuestro planeta y de nosotros mismos. Sin embargo, sólo nuestra fe en Dios nos ha brindado un sentido de trascendencia.

Continuaremos progresando tecnológicamente y, gracias a nuestra semejanza divina, seremos cocreadores con Dios en la construcción de un mundo mejor. Así debe ser nuestra relación con la tecnología: un uso divino de la IA.