La fe mueve montañas

La fe mueve montañas

La fe mueve montañas

Es una frase bíblica que los cristianos y los no cristianos conocen. Viene del evangelio de Marcos capítulo 11 versículo 23. Resume una de las vivencias de las enseñanzas de Jesús y sus discípulos respecto a una higuera que no daba frutos.

En esencia demuestra el poder de la fe en Dios para las transformaciones inimaginables en nuestra vida personal como en la colectividad. Lo que parece imposible o inalcanzable se vuelve realidad con la fe.

Viene a colación por lo que me dijo un paisano en la frontera de Malpaso la semana pasada cuando, junto a otros compatriotas, fui a recibir a siete dominicanos integrantes de “Paz dominicana”. Ellos emprendieron una caminata de 12 días desde el parque Independencia, en Santo Domingo, hasta la plaza del Campo de Marzo, en Puerto Príncipe.

Lo primero para mi paisano fue esa asombrosa hazaña por la distancia recorrida. Alrededor de 400 kilómetros bajo el sol y en ocasiones lluvias. Cruzando valles y montañas.

Luchando también contra el polvo en tramos no asfaltados de la carretera.
Lo segundo fue por el coraje de los caminantes.

Penetrar en territorio haitiano a pies en esa coyuntura volátil es prueba de mucha convicción. Sobre todo es la evidencia de haber superado temores y prejuicios.

Lo tercero es por el propósito: la paz domínico haitiana.

Si bien es cierto que no hay enfrentamientos bélicos entre los dos países desde la firma del convenio de 1867, el cual en su artículo primero reza: “Habrá paz y amistad perpetuas entre la República Dominicana y la República de Haití, así como entre los ciudadanos de ambos Estados…”, no se puede negar que han existido y existen amenazas a la paz insular.

Las amenazas han sido incrementadas, en gran parte, por un mal manejo de la problemática migratoria en República Dominicana, que llegaron hasta la realización de manifestaciones abiertamente hostiles a la presencia haitiana. Mientras en Haití se registraron reacciones como las del recién finalizado carnaval nacional, donde grupos musicales cantaban refranes o eslóganes anti dominicanos. También, por una desconfianza histórica.

Por ende, aunque no estemos en guerra, dicha situación no permite una verdadera paz espiritual y social en el plano binacional. Hay que admitir que ese estado de cosas no lo hemos manejado como los enemigos europeos de ayer.

Francia y Alemania 18 años después de la segunda guerra mundial dieron al mundo uno de los mayores ejemplos de estructuración de la paz con el Tratado del Eliseo entre Charles de Gaulle y Konrad Adenauer en 1963.

Fue el surgimiento de una nueva era de las relaciones franco alemanas. Dichos líderes entendieron que el proceso de paz va más allá de acuerdos comerciales y políticos. Vieron la necesidad de promover un verdadero entendimiento entre los dos pueblos, fundamentalmente a través de la cultura y la educación.

En ese contexto, en sus dos naciones celebran el aniversario del tratado y conmemoran anualmente la jornada franco-alemana de la paz. El paisano me dijo “se la fwa nan Bon Die ki pemet sa” (es la fe en Dios que permitió a los caminantes llegar).

Tiene razón. Ellos, son cristianos devotos. Movieron una montaña que quiso tapar en Haití, en los últimos seis meses la dominicanidad fraterna, solidaria y humanista que se vivió genuina e intensamente durante el terremoto de 2010.

Mas, el voto de nuestros antepasados está vigente. La paz duradera y real es posible entre nuestras dos naciones.

La última montaña a mover es la falta de voluntad política de los dirigentes de hoy para tenfrentar de manera responsable los escollos. Con la “unión que hace la fuerza” de los “quisqueyanos valientes” tengo fe que lo lograremos.



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