Venimos a este mundo en familia y morimos en familia. La familia es nuestro gran tesoro.
Cuidarla es cuidarnos a nosotros mismos. Como dice el Papa Francisco: “cuando nos preocupamos por nuestras familias y sus necesidades, cuando entendemos sus problemas y esperanzas… cuando sostienen la familia, sus esfuerzos ayudan a la sociedad entera”.
Frente a las amenazas que se ciernen sobre la familia, tenemos que apostar por ella, recordando que su misión es irreemplazable. A nivel personal, la familia es el mejor sostén, es el ámbito de compartir la alegría, de enfrentar el dolor, es el refugio idóneo en tiempos de adversidad y escuela de fe.
Familia sostén y apoyo:
Más que el Estado u otra entidad, las personas encuentran en sus familias apoyo y sostén en todas las etapas de la vida.
La niñez se sostiene en la familia, la adolescencia y la juventud también. Ella prepara a los jóvenes para la vida y los convierte en buenos ciudadanos. En la adultez se forma familia, y en la vejez, es quien nos cuida hasta que partamos a la Casa del Padre.
La familia espacio para compartir:
En familia se viven los grandes momentos de felicidad de un ser humano. Se comparte la alegría del nacimiento de los niños, los cumpleaños, el ver a los hijos graduarse, casarse o lograr sus metas.
Familia soporte ante el dolor:
Cuando el dolor toca a nuestras puertas, en tiempos de enfermedad, cuando los desengaños afloran, en la familia encontramos una madre que nos consuela, un hermano que nos escucha o un hijo que nos devuelve las fuerzas para luchar y seguir adelante.
Familia refugio en la adversidad:
En tiempos de adversidad tenemos la familia como refugio. Como familia, nos protegemos y cuidamos juntos. El Covid-19 es un ejemplo de que las dificultades las enfrentamos mejor en familia.
Familia escuela de fe:
La familia puede llevarnos a Dios. Él es la fuerza que la ayuda a cumplir su misión. Como nos recuerda el Papa Francisco: “todas las familias, tienen necesidad de Dios: ¡todas! Necesidad de su ayuda, de su fuerza, de su bendición, de su misericordia y de su perdón”.