Ética proviene del vocablo griego “éthos”, que significa hábito, costumbre; o bien, manera de hacer las cosas.
Como disciplina del pensamiento, remite a la rama de la filosofía que se encarga del estudio de la moral.
En latín se conocerá luego como “ethicus”, que con cierta matización semántica frente a la moral, va a significar campo del estudio de los actos humanos con la finalidad de alcanzar el bien.
Si Aristóteles la fundamentó en la Grecia clásica como campo de estudio particular en su “Ética a Nicómaco”, fue Spinoza quien en 1677 la sistematizó como estudio de la conducta humana en su “Ética demostrada según el orden geométrico”.
La ética constituye el dique de contención para la vida en sociedad de instintos tan primarios y naturales como el incesto, el canibalismo y el homicidio.
Crear un sistema ético implica diseñar normas de convivencia e ir elevando un andamio de principios y valores que darán lugar a la cultura, la civilización, la sociedad.
La mayor amenaza que pesa en el mundo actual sobre la ética es, más allá de su degradación, su desaparición, su confinamiento, su instrumentalización y manipulación ideológicas. Sin embargo, la necesidad de imprimir un mayor relieve a la ética en la modernidad líquida, en la hipermodernidad es impostergable.
En lecciones éticas como la del principio de responsabilidad en Jonas y la necesidad de un nuevo despertar por y para el otro, por y para tu alter ego, como profesa Levinas la humanidad presente tendría mucho que aprender acerca de la posibilidad de salvar su porvenir.
Para Jonas, si bien aquello por lo que soy responsable está fuera de mí, se encuentra, no obstante, en el radio de acción de mi poder como persona.
La voluntad moral es la que me fuerza a cumplir mi deber. Hoy están en peligro de extinción el ecosistema natural, los recursos naturales y el planeta, pero también el sociosistema, la sociedad, la civilización, la historia.
Procurar una solución, según Jonas, es tarea de una heurística del temor. Pero, actuar en defensa del futuro de la tierra y de la humanidad es tarea de una ética del respeto.
Desde la óptica de Levinas, yo tengo una responsabilidad sobre el otro, independientemente de cómo ese otro acepte o valore mi vigilancia amorosa sobre él. Porque mi condición óntica estriba en mi deber de ser responsable por ese otro.
Si procuráramos detenernos un momento y reflexionar sobre esta manera de entender la función de la ética, entonces, antes que acosarla y someterla, la exaltaríamos como principio de comunión; es decir, como poesía de la vida y del porvenir.
La ética orienta el carácter, tanto del individuo como de los pueblos. Adela Cortina subraya la diferencia entre ética y cosmética, porque la primera implica una transformación en el carácter, mientras que la segunda se vuelve, simplemente, epitelial, dinámica de la corteza y vaciedad en la médula.
Si el ejercicio de la política fuese hoy cuestión ética y no cosmética, tendríamos políticos más responsables, menos narcisistas y megalómanos, menos corruptos y menos populistas; menos cortoplacistas y más orientados al bien común y al servicio de la vida en sociedad, expliqué al escritor Jochy Herrera.
Hay una degradación de la ética que amenaza también lo público y lo privado. Los jóvenes están muy vigilantes de su desempeño y responsabilidad en este orden.
La mayor amenaza a la ética en nuestros tiempos es el apogeo, la proliferación desmedida de los antivalores y su adiafórica o neutral aceptación y relativización en el mundo globalizado. La adiaforización o neutralidad inmoral de los hechos promueve el peligro de muerte de la ética.