La esperanza y la confianza en el país

La esperanza y la confianza en el país

La esperanza y la  confianza en el país

Altagracia Suriel

Estamos viviendo tiempos de incertidumbre. Dos años de pandemia, encierros, miedos, guerras y carestía de todo tipo que generan preocupación y ansiedad. En un mundo convulso también el espíritu y el alma humana se inquietan ante lo desconocido y se puede generalizar el pesimismo a nivel personal y colectivo.

Pero, aunque pase lo que pase, hay razones de sobra para mantener la esperanza y la confianza.

Aunque mundialmente se anuncian hambrunas generalizadas para el 2023, somos un país con autosuficiencia en producción de arroz, plátanos, aguacates y habichuela. Si se sigue protegiendo la producción agrícola y se controla el agiotismo y la especulación, se podrá garantizar el acceso a alimentación y la cohesión social asociada a este derecho.

La República Dominicana ha mantenido sus niveles de crecimiento durante los últimos tres años pese a que las economías de la región han decrecido o están estancadas. Los pronósticos de crecimiento para el 2022 según FMI, BID y CEPAL son de un 5.2 %.

No obstante, los grandes retos de un gobierno ejerciendo el poder en tiempo de crisis globales, sería una mezquindad desconocer que en el país se están haciendo avances significativos en la lucha contra la corrupción y el fortalecimiento institucional del Ministerio Público y la Cámara de Cuentas.

Un signo de gran esperanza es el empoderamiento ciudadano en la vigilancia gubernamental de la rendición de cuentas y la transparencia. Las redes sociales se han convertido en el ojo visor del cumplimiento de las leyes, sobre todo de compra y contrataciones y de función pública.

Otra razón para el optimismo en nuestro país es la ampliación de la cobertura de la protección social. Frente a la adversidad y la vulnerabilidad, el gobierno incluyó a miles de hogares en beneficios sociales que mitigan el hambre y aumentó los subsidios sociales. Dar más a los que menos tienen, además de justicia es creación de esperanza para los más pobres, siendo el Estado el principal garante de su derecho a vivir con un mínimo de dignidad.

Como diría Barack Obama en su libro Audacia de la Esperanza, un eslogan con el que inspiró el resurgimiento del sueño americano: que la derrota del miedo nos ayude hacer renacer esta nación afianzando una práctica política basada en la fe, la inclusión y la nobleza de espíritu que sepulte la codicia y el afán de lucro como objetivo de lo público y lo privado. Solo así podremos mantener la esperanza.