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La esperanza en Jesús

Altagracia Suriel Por Altagracia Suriel
Altagracia Suriel
📷 Altagracia Suriel

Una esperanza sólida se basa en la fe. El que espera debe estar convencido de lo que espera. Tiene la certeza que lo que cree se manifestará. La esperanza sólida se sustenta en Jesús resucitado venciendo el miedo y poniendo nuestra confianza en él.

Vencer el miedo:

La muerte de Jesús provocó en los discípulos actitudes de temor frente a persecuciones, pero la presencia de Jesús resucitado y la fortaleza que le dio el Espíritu Santo lo cambió todo.

De vivir escondidos, pasaron a proclamar a Cristo sólo pensando en cumplir la encomienda de anunciarlo hasta los confines del mundo.

Ese mensaje de Jesús de no temer es reiterativo en todos los Evangelios. En cualquier situación, Jesús no insta a ser valientes y a vencer el temor. Ante la incertidumbre que genera lo cotidiano, en Mateo 10, 29-31, Jesús nos recuerda que debemos estar sujetos a la voluntad del Padre: “¿No se venden dos gorriones por una monedita? Sin embargo, ni uno de ellos caerá a tierra sin que lo permita el Padre; y él les tiene contados a ustedes aun los cabellos de la cabeza. Así que no tengan miedo; ustedes valen más que muchos gorriones”.

La confianza en Jesús:

Sin Jesús nos hundimos en el mar de la vida. Cuando le miramos podemos andar seguros como le insistía a Pedro en Marcos 14, 29-33: “Pedro entonces bajó de la barca y comenzó a caminar sobre el agua en dirección a Jesús. Pero al notar la fuerza del viento, tuvo miedo; y como comenzaba a hundirse, gritó: Sálvame, Señor.

Al momento, Jesús lo tomó de la mano y le dijo: ¡Qué poca fe tienes! ¿Por qué dudaste?

En cuanto subieron a la barca, se calmó el viento. Entonces los que estaban en la barca se pusieron de rodillas delante de Jesús, y le dijeron: ¡En verdad tú eres el Hijo de Dios!”

Referente al pasaje anterior , el papa Francisco nos insistía en que la confianza en el libera y el miedo paraliza y que sólo en el Señor es firme la esperanza: «Nuestra historia, aunque a menudo marcada por el dolor, por las incertidumbres, por los momentos de crisis, es una historia de salvación.

En Jesús acaba todo nuestro destierro, y cada lágrima se seca, en el misterio de su Cruz, de la muerte transformada en vida, como el grano de trigo que se rompe en la tierra y se convierte en espiga».

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Altagracia Suriel

Columnista de El Día

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