Una de las críticas que siempre le he hecho a la Escuela de Filosofía de la UASD es su carácter cientificista: su afán lógico y su elogio a la epistemología, que revela una imagen más científica que humanística, lo cual es un contrasentido para una dependencia de su Facultad de Humanidades.
Desde hace más de veinte años sigue ofreciendo una maestría en Metodología de la Investigación Científica, cuando hoy en día hay otras disciplinas filosóficas que tienen más pertinencia y demanda. Me refiero a la ética, filosofía política, bioética, filosofía de la religión, filosofía del lenguaje, filosofía de la historia, etc.
No es que se abandone ese programa, sino que se alterne y abra a otras ofertas curriculares. Además, de que una maestría en Metodología de la Investigación Científica -que se identifica como una epistemología o filosofía de la ciencia – debería corresponder no a la Facultad de Humanidades sino a la Facultad de Ciencias.
Ese fervor por la ciencia no es consustancial a las humanidades, sino a las ciencias empíricas y naturales. Laberinto de la epistemología y trampa de la cientificidad, este pensar el saber y la cultura puede conducir a una confusión del conocimiento, a un odio a la metafísica y a un pavor a la teología.
El afán por la epistemología puede inducir al filósofo a una mala educación sentimental de la conducta intelectual y a una falsa ilusión, ya que tiende a identificarse por la especialidad, en detrimento de la cultura humanística y de la universalidad enciclopédica.
Ninguna otra escuela de la Facultad de Humanidades, como la de Filosofía de la UASD, tiene más doctores, ni un programa de máster conducente al doctorado en Filosofía, como el que posee con la Universidad del País Vasco.
Sin embargo, esa realidad se puede convertir en una trampa de creerse la falsa convicción de que el filósofo moderno es un especialista en un tema único y no, como era en la antigüedad, y en su origen: un amante del saber y un enamorado de la cultura universal.
Una tesis doctoral no hace a un filósofo, sino a un especialista en el tema planteado en la hipótesis y en el marco teórico.
La tesis representa el fin de una investigación, mas no el fin del conocimiento, y puede constituirse en un límite para no acceder a otras esferas del conocimiento o a otras vertientes del pensamiento y el intelecto.
Un doctorado puede terminar, como muchas veces ocurre, en un autoengaño o en un elogio a la ignorancia.
Si bien la Filosofía, cuando era la “madre de todas las ciencias”, era una ciencia general: no se ocupaba, desde luego, de cada una de las disciplinas, que luego se independizaron de su tronco original, no menos cierto es que en la antigüedad clásica, y aun en la modernidad, los filósofos se ocupaban de problemas éticos, estéticos, lógicos, metafísicos, religiosos, políticos, históricos, etc.
Hoy es imposible abarcar todos los dominios y los campos de la esfera del conocimiento humano, pero es necesario y saludable que el filósofo se interese por apropiarse de una cultura sensible, imaginativa y antropológica que abarque, con vocación de estilo, las distintas expresiones creativas del espíritu humano -que van desde el arte hasta la religión, desde las creencias hasta las ideas.
El filósofo de hoy debe ser un ente no solo hecho de razón, sino de pasión por las artes en general: plásticas, cine, poesía, literatura, historia, fotografía, música…
Es decir, el filósofo ha de ser un amante apasionado del saber, la cultura, las artes, las letras y el conocimiento general.