La escritura y las técnicas

La escritura y las técnicas

La escritura y las técnicas

Miguel Febles

Escribir para uno de los hoy día denominados “medios de comunicación social”, un concepto debido a la iglesia católica, es una operación centrada en el sentido de la vista. Siempre lo ha sido, pero en el principio —la edad de hierro, digamos— el relato debía de tener un alcance más limitado como consecuencia del tamaño de la comunidad, de los medios utilizados para la fijación del escrito, su inmovilidad y la extremadamente corta población en la capacidad de leerlo.

¿Qué relataba, describía o contaba un escribidor de entonces?

Como ahora, la escritura debía tener un sentido utilitario y el criterio de la importancia lo determinaba la orientación del pueblo en que tuviera lugar. Si entre egipcios, la vida después de la muerte; si entre fenicios, el comercio; si entre persas, el amor desde un punto de vista material; si entre griegos, el pensamiento; si entre romanos, el poder, y así según los prejuicios culturales.

Hoy la alfabetización es extendida. Sin entrar en estadísticas, digamos que la mitad de la población mundial debe de tener la capacidad de escribir algo y acaso de entender lo escrito, así sea un cartel de carretera. Y todos, o casi todos, deberíamos ser capaces de leer el propósito de las señales en las autopistas —sucedáneas de los glifos de la antigüedad— para advertir de un badén, un paso estrecho o una curva.

¿Parece poco que la mitad de la población del mundo pueda estar en la capacidad de leer algo? El escribidor de estas notas conoce a más de uno con el ciclo completo de la escolaridad, preuniversitaria y universitaria, con dificultades de lectura y escritura, porque escribir nunca ha sido fácil. No lo fue en el pasado remoto, cuando había que amasar arcilla y elaborar sobre ella cuando todavía estaba fresca, con la ayuda de un objeto acondicionado para el caso, o cincelar sobre una piedra la referencia de un concepto.

El Código de Hammurabi, del que se conservan partes, es un escrito de acaso cuatro mil años atrás. El de Moisés, que debe de haber sido grabado por alguien a quien el caudillo dictaba sus puntos de vista sobre lo que se debía y lo que no, lo que se podía hacer y lo prohibido, es una leyenda bíblica, porque contrario al de Hammurabi, no se conservan los restos de las piedras sobre las que fue grabado.

La profusión de la escritura hoy día es un hecho posible por la invención de procedimientos y la superación permanente de protocolos.
Cuando irrumpieron los tipos móviles de imprenta, la escritura empezó a trillar una vía que no ha parado de ser modernizada. Los tipos siguen existiendo, pero en el siglo xxi, a las puertas de la Era de Acuario o en plena era, los tipos son aportados por una aplicación informática en condiciones de suplir la escritura misma, definitivamente de mejor calidad que la de millones de escribidores, desde el punto de vista de la corrección y del fondo o contenido.