La empatía y la paz

La empatía y la paz

La empatía y la paz

Altagracia Suriel

A propósito de la deshumanización que estamos viendo detrás de muchos comportamientos humanos dañinos que se convierten en lastres, cobra sentido hablar de la necesidad de fortalecer la empatía como respuesta a muchos males que nos aquejan a nivel familiar y social.

Los sicólogos y estudiosos de la neurociencia asocian hechos como los genocidios y otras atrocidades cometidas por los sicópatas justamente a falta de empatía, a la inexistencia de esa capacidad cognitiva de sentir lo que siente el otro y ponerse en su lugar, de reír o llorar con él.

Cuando somos empáticos, como dice Alfred Adler, miramos con los ojos de otro, escuchamos con los oídos de otro y sentimos con el corazón de otro.

En medio de un conflicto de cualquier tipo, la empatía puede ser el primer paso en la búsqueda de cualquier solución. El Dalai Lama nos dice que “en un contexto de violencia una actitud de compasión y empatía hacia los demás puede llevarnos hacia la paz, por el contrario, lo que nos alejaría de la paz sería tener un corazón lleno de odio y miedo”.

La empatía se fortalece dejando de pensar sólo en nosotros mismos, en relegar el egoísmo para que aflore el otro como referente complementario, como un ente con el que compartimos una misma esencia común: la humanidad.

El comportamiento empático evita el sometimiento y la manipulación y apuesta por la escucha, la comprensión y el trato cortés y respetuoso. Se basa en comprender los sentimientos ajenos y se orienta a resolver problemas, no a crearlos.

Cuando se ejercita la empatía se tienden puentes de distensión, aflora la confianza en el otro y se estrechan lazos de amistad.

La empatía es el remedio frente a las actitudes narcisistas que sólo conducen a la autodestrucción. Ver a los demás como el reflejo de nosotros mismos define nuestra grandeza interior. Somos los otros y lo que sembramos y hacemos crecer en ellos.



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