En un verso inolvidable del Paraíso, de la “Divina Comedia”, Dante Alighieri canta, “Salire e scendere l’altrui scale”, es decir, “Cuán duro y triste es subir por las escaleras en un piso ajeno”.
Esta cita viene a cuento para ilustrar la idea de que no importa el éxito que pueda lograr un emigrante en otras playas, una nueva realidad toma cuerpo en su interior que le lleva a ver su país con otros ojos.
Todavía no acabo de salir del asombro en descubrir lo profundamente resentido y humillado que vi al emigrante dominicano por su país no haberle brindado un estándar de vida decente, en una feria del libro que se realizó en Orlando, Florida, organizada por OLAS, una entidad social y cultural dirigida por el señor Homero Luciano, dominicano.
El emigrante se ve forzado a dejar su tierra. Vive un exilio político, como se daba a mayor escala en el pasado, en el menor de los casos, y uno económico, en los más, en la nueva tierra que lo acoge. Sin embargo, siente que el paisano que se ha quedado atrás, y más si entiende que ha sido exitoso, es en parte culpable de su suerte.
Creo que el espíritu termina por cobrarle al que emigra a otras tierras, su desarraigo, sea consciente o inconscientemente, sea tarde o temprano. “You can’t go back home” (No se puede volver a casa), reza un dicho inglés, cuyo valor semántico se aproxima más al término diáspora, con el que erróneamente se intercambia el vocablo de emigración. Mientras este es más homogéneo y más autónomo, aquel implica casi una ruptura forzada del emigrante con su patria.
De ahí la inevitable asociación que tiene el término de diáspora con los judíos, que fueron obligados a salir de Palestina para establecerse en otras latitudes. De modo que no se trata, pues, de estar en la moda en el caso de la lengua, mucho menos dejarse arrastrar por el sonido de las palabras bonitas.
Giuseppe Ungaretti, padre de la poesía moderna italiana, canta con dolor “Cerco un paese innocente” (Busco un país inocente), desde Egipto, donde nació, de padres emigrantes italianos. Y hoy más que nunca, paradójicamente, buscamos también con él a ese país en medio de la hegemonía globalizadora que domina el mundo.
El nuevo orden mundial de pronto ha convertido a emigrantes o no, involuntariamente, en exiliados en países tanto propios como ajenos. La teoría neoliberal les hace partícipes de una nueva versión, sutil y refinada, de una práctica esclavista y feudal solo basada en el consumir por el arte de consumir.
Antes existía una aristocracia que para defender sus intereses, ponía su propio honor en la balanza; ahora, mercaderes sin escrúpulos son los que establecen las reglas del juego de un mercado sin precedentes en la historia.