Analizar los criterios de límites y de fronteras es notorio que estos reflejan elementos característicos de conflictos inherentes a los espacios donde se establecen fronteras entre naciones para instituir la territorialidad inalterable que a modo de sumatoria se han convertido en los antecedentes dinámicos desde una perspectiva geográfica, económica, política e histórica por siglos. Es bajo ese enfoque que se pueden identificar factores que puntualizan que la demarcación y configuración de fronteras han generado grandes conflictos y controversias que, en algunos casos, son fruto de interese políticos, económicos, culturales y sociales.
Es relevante resaltar que cuando se establece el trazado limítrofe, en lo inmediato se plantea un vínculo socioespacial que sirve como referente geográfico desde el ámbito jurídico- político en un contexto nacional, lo cual representa un lindante de orden internacional que sirve como una separación de tipo territorial. La historia de América latina evidencia que los limítrofes territoriales se desenvolvieron en situaciones muy complicadas, dificultosas y dilatados convenios desde principio del siglo XIX, época en que se llevaron a cabo la declaración de las independencias nacionales, acompañada del interés por lograr un afianzamiento de las diferentes soberanías territoriales en cada demarcación.
La historia del Caribe está llena de esos episodios de dificultades para alcanzar la consolidación de su independencia, fruto de la resistencia de los colonizadores y la pretendida aniquilación de los independistas, como fue el caso de nueva granada en 1814, explicada de manera sesuda por el profesor Juan Bosch en su obra De Cristóbal Colon a Fidel Castro: el caribe frontera imperial.
Pero resulta que estas situaciones han dejado huellas históricas desfavorables que han gestado un ambiente lleno de antagonismo que no permite una saludable relaciones bilaterales y mitigación de las discrepancias.
Las relaciones bilaterales tienden a ser complicadas en un ambiente de dimensión antagónica cuando se tiene un vecino como lo es Haití, fruto de que en ese país existe una reducida élite económica, gubernamental y política que maneja las discrepancias territoriales de una manera inescrupulosa con el objetivo de levantar el fervor patriótico contra su vecino, la Republica dominicana, lo cual ha sido una constante a lo largo de la historia. Esas elites son capaces de todo, no tienen límites para la imprudencia, desde apropiarse de la riqueza de su país hasta financiar las bandas terroristas que atemorizan a la población e irrespetar el orden constitucional establecido y provocar situaciones de alta tensión.
Entender la economía haitiana resulta algo inexplicable dado lo complicado que es su dinámica, y la ausencia de una concepción de estabilidad y crecimiento económico ya que el desorden y la falta de credibilidad es lo que ha imperado en esa nación a lo largo de su existencia, reproduciéndose en el tiempo, donde los grupos gobernantes, las elites políticas y económicas solo actúan para acumular riquezas sin límites y destruir a los sectores económicos, sin importarle el destino de la población pobre que vive en condiciones infrahumanas y en la peor pobreza que cubre los 27.750 Km2 y una población superior a los 11.2 millones, donde solo el 3.8% es bosque.
El perímetro geográfico de Haití alberga la pobreza más grande del mundo, con 85% de la población, y una economía destruida, fruto de la incapacidad gestora de quienes, históricamente, han dirigido a esa nación. En adición, el malestar de la pobreza y el color de piel han sido el negocio más lucrativo para esas elites cuyas actuaciones de riqueza se concentra en el narcotráfico, el tráfico de armas de fuego, blanqueo de capitales hasta la destrucción de las finanzas públicas por parte de esa clase gobernante y élite económica que han sido los reales verdugos de la destrucción de la economía, la institucionalidad y la aspiración de la democracia haitiana.
Los espacios de fronteras en su gran mayoría se caracterizan por estar sometidos de manera permanente a fuertes tensiones de conflictos que se derivan por masivas migraciones irregulares que, en algunos casos, provocan construcciones de muros, disputas de recursos naturales, tratas de personas, tráfico de armas y drogas. La frontera dominico-haitiana no escapa a esa realidad propias de las zonas de fronteras, pero tampoco se puede perder de vista que en ocasiones los conflictos de fronteras han sido utilizados para procurar dividendos políticos y electoral, sobredimensionando cualquier eventualidad, realidad verificable a escala planetaria con espectaculares cierres de fronteras y aparatajes militares con la pretensión de simular defensa de la patria en peligros.