Los dominicanos nos encontramos discutiendo, otra vez, la procedencia de las tres causales para la interrupción del embarazo, tema que fue causa de que los expresidentes Leonel Fernández y Danilo Medina observaran el Código Penal en una y dos ocasiones, respectivamente.
En las dos últimas veces, la Cámara de Diputados aprobó las observaciones. También el actual presidente Luis Abinader favoreció las tres causales cuando era candidato.
Todo parece indicar que el impasse puede continuar.
La solución propuesta por algunos de mantener la sanción a la interrupción del embarazo y luego aprobar las tres causales en una ley especial, no logrará convencer. La razón es que, en realidad, este camino mantiene el statu quo sin ninguna garantía de que luego se aprobarán las eximentes prometidas.
Es mucho lo discutido sobre el derecho a la vida y su protección desde la concepción. Sin embargo, jurídicamente, la posición que se opone a las tres causales parte de cualquier combinación de tres errores básicos: a) asume que la vida de la madre es menos importante que la del por nacer, creyendo así que la primera está condicionada por la segunda; b) pretende que el legislador decida, para todos los casos, lo que sólo los médicos y la mujer pueden decidir en cada caso en particular; y c) entiende que la autonomía de la mujer embarazada desaparece y que terceros pueden decidir apostar la vida de ella a un resultado incierto. A esto debemos sumar que confunden las tres causales con el aborto libre.
Nada de lo anterior conduce a un debate capaz de la función epistémica que deberían tener las discusiones democráticas. Mientras tanto, la República Dominicana es uno de los cuatro o cinco países del mundo donde la mujer cuya vida peligra por un embarazo puede verse desamparada por un médico temeroso de perder su libertad.
Es lamentable que todavía estemos en esta situación. La clandestinidad del aborto no lo evita, sino que sólo lo hace más inseguro. Eso es incompatible con la defensa de la vida de la cual algunos se han querido hacer abanderados.