Ese es el mensaje que quiere demostrar con su ejemplo Marlene Montes de Oca Montolío, cuyo caso supe en 2007, interesada en estos temas a raíz de la propia deficiencia auditiva de quien suscribe. Empecé a coleccionar toda información al respecto acerca de soluciones y casos de éxito y así supe de esta joven diseñadora de modas sorda de origen dominicano, radicada en Estados Unidos en ese momento. En el reportaje de Rosario Tifá de enero 2007, daba cuenta de que en ese momento la intrépida diseñadora estaba en el país preparando la presentación de su primera colección de moda.
Iniciado sus estudios a los tres años en el Instituto de Ayuda al Sordo, continuó especializándose en el diseño de modas, primero en República Dominicana y luego en la Universidad Nassau Community College, en Long Island, obteniendo reconocimiento de esa universidad. Es precisamente a beneficio del instituto de Ayuda al Sordo que presentaría su desfile en ese entonces, junio 2007, cuando ya rondaba sus 30 años.
Conocí el pasado año a Sugey de Jesús, quien con gran desenvolvimiento oral aun sin el sentido de la vista parcial o total, produce el programa radial Lluvia de Chichiguas cada domingo en la Voz de las Fuerzas Armadas.
Es una gran satisfacción saber que hoy existen en nuestro país fundaciones y «Life coachers», que empoderados y con una vida de autorealización, superando sus propias discapacidades, se han dedicado a empoderar de la manera más avanzada desde el «neurocoaching» a las personas con capacidades diferentes y a educarnos al resto para que actuemos en consecuencia.
Me llena de dignidad conocer de campañas y concursos fotográficos a iniciativa de la Asociación Dominicana de Rehabilitación para concienciar acerca de los momentos temerarios que en gran medida son la causa de discapacidades a consecuencia de accidentes de motor.
Descubrirlo por casualidad y dirigirme a la institución exclusivamente con fines de tomar fotografías a la muestra de la exposición y difundir su existencia me llena de orgullo y me sensibiliza grandemente.
Visitar estos centros de rehabilitación me motiva también a apoyar y promover los sorteos anuales que realizan de dos jeepetas que pueden ser suyas o mías en cualquier momento por $1,000.
En fin, que exponerse a la desgracia ajena nos motiva a dar gracias por lo poco o mucho de salud que gozamos, a aprender de aquellos empoderados que nos dan lecciones de vida, a promover las acciones que en beneficio de su causa se hagan.
Tómelo como una limpieza de karma. Incluso puede ser muy divertido. Lo digo por experiencia. Integremos a nuestras vidas el servicio social voluntario, ocasional o permanente, en la causa que más queramos, para que la abracemos y defendamos con fuerza. Esto aumenta la felicidad y la gratificación, que no se pueden comprar. Haga un recorrido por las causas sociales que conozca, identifique fundaciones que trabajen con ellas, únase al equipo operativo voluntario.