Llegado diciembre, último mes del año, nos preguntamos cuál es el desafío más acuciante que tiene por el frente la economía dominicana.
Analizando las cifras macroeconómicas se hace evidente que es el mismo que se viene arrastrando desde años, el déficit fiscal.
Este, el déficit, es el producto cuando en un año el Gobierno gasta más de lo que le ingresa, algo que viene sucediendo hace tiempo.
Para el año 2022, se estima que habremos de concluir el mismo con un déficit equivalente al 3 % del total de bienes y servicios producidos por el país (PIB) en el mismo período de tiempo. Para cubrir esta recurrente situación solo se puede acudir a disminuir el gasto, aumentar los impuestos y recaudaciones, emitir moneda (inorgánicos) o contraer deudas. Nosotros hemos seguido la última de estas vías.
En la actualidad se proyecta que, al cierre del año, tendremos una deuda pública global equivalente a más de US$70 mil millones. De este total, le corresponde al Gobierno dominicano unos US$ 53 mil millones y al Banco Central (que es el mismo Estado) unos US$17 mil millones.
La relación de la deuda total con relación al citado PIB ascenderá a más del 62 %, un nivel considerado alto para una economía como la nuestra, además del trozo del presupuesto requerido cada año para pagar sus intereses y las exiguas amortizaciones de capital.
Todas estas cifras evidencian la falta de un conjunto de medidas que se han debido tomar hace tiempo pero que, opacado por las recién pasadas situaciones de pandemia e inflación, combinadas con el costo político, han sido aplazadas. Nos referimos a la reingeniería necesaria del esquema impositivo del país, que tiene que enfrentar los enormes niveles de informalidad, además del alto nivel de exenciones y la evidente evasión existente.
Llegando el fin de año no se ve vislumbra solución alguna al problema del déficit fiscal y el nivel de deuda pública resultante del mismo.
La venida de un año prelectoral tampoco ofrece muchas expectativas. Ojalá que esta coyuntura de déficit y sus soluciones sea al menos el tópico principal de los contendientes en la próxima campaña electoral y que no sigamos escondiéndonos del problema como el avestruz que esconde la cabeza.