El hijo putativo de Trujillo fueron sus Fuerzas Armadas. Al descabezamiento del sátrapa la sociedad dominicana no pudo expurgarla adecuadamente y eso lo pagamos con la aniquilación de la primera democracia, el asesinato de las Manaclas, la masacre del pueblo dominicano durante la Revolución de Abril y la larga lista de crímenes durante los 12 años de Balaguer.
Nunca se hizo justicia frente a tanta sangre derramada y al sofocamiento de nuestra incipiente democracia. Tampoco se hizo justicia a los crímenes cometidos durante la dictadura.
El peso de tanta infamia ha mediatizado nuestra vida política mediante la impunidad, el autoritarismo, el desprecio por los pobres y los negros, y el usufructo de los bienes públicos por las camarillas partidarias.
El discurso patriotero actual no rebasa la farsa de la dictadura de Trujillo y legitima constantemente sus acciones criminales y el robo del erario público.
No saldremos del trujillismo si no hacemos justicia y no se apodera la sociedad, especialmente el pueblo llano, de los mecanismos políticos de la democracia.
Las Fuerzas Armadas han conservado mediante el crimen y la corrupción el legado de Trujillo, sin negar que han salido de sus filas oficiales como los Coroneles Caamaño Deñó, Fernández Domínguez y Lora Fernández que son orgullo del pueblo dominicano.
Las Fuerzas Armadas, al igual que las cúpulas partidarias, deben ser reformadas radicalmente para que en su seno prevalezcan hombre y mujeres que amen de verdad al pueblo dominicano y procuren su bienestar material y espiritual.