La desigualdad

La desigualdad

La desigualdad

David Alvarez

Ahora que se habla tanto de nacionalismo, defensa de la patria y demás emociones primarias, pocos recuerdan que somos una sociedad donde más de la mitad de sus habitantes son pobres.

Para ellos, para la mayoría, la patria es un sufrimiento cotidiano. Deben buscar cada día la escasa comida que puedan conseguir, sus hijos si acuden a alguna escuela reciben mala calidad como enseñanza, bloqueando sus posibilidades de desarrollarse.

La salud es precaria y acudir a un servicio médico es nulo. Su futuro se agota cada noche al acostarse, usualmente con hambre. Si la palabra nacionalismo y patria tiene algún valor debería ser para construir una sociedad donde todos puedan vivir dignamente, desarrollarse como personas, tener un futuro predecible de mejoría por medios lícitos.

Si la patria es una bandera o un himno o un sentimiento de pertenencia, entonces esto es para unos pocos, para la mayoría es un infierno en la tierra, es la discriminación cotidiana, la marginalidad como modo de vida.

El ser humano, su dignidad, es el referente para todo proyecto social, para todo nacionalismo legítimo. Nos lo recuerdan los derechos humanos, el Evangelio, la mínima sensibilidad y compasión que todo ser humano debe sentir por el prójimo que sufre, independientemente de su legalidad o color.

La desigualdad es nuestra medida de Patria, porque si hay Patria es para todos, si no es una farsa, una emoción individual que cierra sus ojos ante el sufrimiento de sus hermanos.



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