La democracia mal entendida
Siempre he creído que el irrespeto a la ley que predomina hoy en el país es fruto directo de la permisividad de los distintos gobiernos surgidos a partir de 1961, cuando se restableció la democracia después de una horrorosa tiranía.
Esos gobiernos permitieron entonces que los sindicatos de transporte, los llamados “grupos populares”, unos cuantos empresarios y los denominados padres de familia”, hicieran lo que les diera la gana frente a los encargados de aplicar la Ley, situación que se mantiene hasta hoy.
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Surgió lo que llamo “la democracia mal entendida”, que no es más que la conveniente “confusión” de algunos frente al predominio de la ley y el ejercicio de la autoridad.
La tolerancia gubernamental, fundamentada en un nefasto populismo, creó una nueva clase de choferes que son “dirigentes sindicales” que impiden entrar a los muelles los camiones propiedad de los importadores, creando un monopolio reñido totalmente con la Constitución.
La democracia mal entendida lleva a muchos comerciantes a creerse por encima del bien y el mal, mediante la evasión de impuestos, el desmedido afán de lucro y la obtención de “beneficios colaterales” de parte del Estado, como son las exenciones impositivas y la impunidad cuando suelen ser atrapados en flagrante delito, a tal punto que ni sus nombres se publican.
Los “padres de familia” son otro cantar. Hacen lo que les da la gana: si son choferes transitan en vehículos destarladados, sin seguro y con frenos defectuosos; violan los semáforos en rojo, insultan a los policías del tránsito y se estacionan en lugares prohibidos. Y cuando se les trata de aplicar la ley, argumentan casi llorando que son “padres de familia”.
La democracia mal entendida lleva a muchísimos políticos a apropiarse de los bienes públicos, en la creencia que son suyos, sin que reciban merecida sanción.
Los gobiernos contribuyen con esa y otras anomalías, simplemente porque así acallan el ruido de sus adversarios y los premian con “su ración de arepa”.
La falta de decisión para imponer reglas claras y hacer cumplir la Ley es quizás uno de los aspectos más penosos en la vida dominicana, donde “na e ná y to e to”, como dice el pueblo, razón por la cual los organismos internacionales nos colocan entre los países más corruptos del planeta.
Gracias a la democracia mal entendida, por supuesto.
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