Desde los medios periodísticos se impulsan muchos debates y se asumen posturas muy críticas, pero ha llegado el momento de mirar la viga en el ojo propio.
El ejercicio del periodismo se ha degradado de una manera tan brutal que no podemos seguir ignorándolo.
En principio se criticaba la militancia y luego la recepción de favores espurios, pero el respeto a la técnica y los principios del ejercicio periodístico parecían prevalecer.
Hoy se mantienen los defectos anteriores y van desapareciendo las virtudes del pasado.
Las redes sociales le han dado visibilidad a imbéciles, pero también han convertido en imbéciles a muchos que antes eran buenos profesionales y referentes del oficio.
El periodismo está en crisis y se degrada frente a nuestros ojos de manera acelerada.
En vez de los “buscadores de likes” emular a los profesionales de la información, son estos últimos que han tirado por la cuneta la profesionalidad para buscar “likes” a toda costa.
Ocurre entre quienes ejercen de manera liberal, en las redacciones acreditadas y sin que se conmocionen las empresas periodísticas.
Ese fenómeno hace tanto daño a la democracia y al desarrollo de los pueblos como cualquier ruptura del orden institucional.
Hay quien puede decir que la crisis financiera de las empresas periodísticas ha sacado de las redacciones a los buenos periodistas.
Innegable.
Pero cómo explicar que periodistas que una vez fueron buenos profesionales ahora se tiran a los brazos de lo banal, lo insustancial y la superficial.
Nada tiene que ver con salarios el respeto a asuntos tan elementales como confirmar la información antes de divulgarla, contrastar fuentes, revisar sus contenidos, la racionalidad en los enfoques.
Me decía la colega Argénida Romero que “la discusión de esa crisis desde la profesionalidad y la ética parece no importar a muchos”.
¡Cuánta razón tiene!
Las plataformas para divulgar contenidos se han diversificado y democratizado, algo bueno para las sociedades. Esos nuevos aerópagos no justifican que los profesionales del periodismo abandonen los principios deontológicos y el respeto a la técnica.
Sea para radio, televisión, prensa plana, páginas web, twitter, instagram, facebook y cualquier otra plataforma, se impone el respeto a la profesión y que a la hora de servir información al público que la consume.
La del ojo propio se ha convertido en una viga grande, que hace lagrimear.
Las “fakes” (como se les dice ahora) han existido desde que se tiene registro de la vida en sociedad, la diferencia de ahora es que en ese barco se han montado los llamados a ser profesionales de la información.
Tenemos tema para un fuerte debate que debe ser impulsado por quienes amamos esta profesión.
Los manipuladores, los mentirosos, los ignorantes seguirán existiendo siempre pero lo que preocupa es que en su avance no encuentran la contención de la deontología del periodismo, ni la depuración de la técnica.