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La cultura de la ira y la impotencia

  • El sentimiento de crispación que se vive hoy se fortalece y expande cada día más

Será por las prisas, por los entaponamientos vehiculares, porque la cola en el supermercado va lenta, por los apagones, por la interrupciones del Metro, por los escándalos de corrupción política… Y por la incontrolable caja de resonancia digital de las redes, que se hace eco de todo incansablemente.

La rabia “proporciona una sensación inmediata de energía, por eso es tan fácil de provocar y de explotar, especialmente en las redes sociales”, advierte Milanese.

Plataformas, medios y creadores obtienen más atención e ingresos cuando generan indignación. La cuestión no es reprimir la rabia, sino transformarla para que no nos haga daño y nos permita actuar con claridad.

Desde la psicología profunda, puede entenderse como una respuesta a lo que el individuo percibe como una injusticia o una agresión.

En la mitología griega, las Erinias —también conocidas como Furias— eran deidades de la venganza que castigaban las ofensas graves; sobre todo, aquellas que implicaban traición, asesinato o rompimiento de vínculos familiares.

Para algunas personas, la furia ofrece una salida para sentir que están haciendo justicia o devolviendo el daño recibido. Así, la persona enojada —al igual que las Erinias— busca reparar una afrenta y restaurar su dignidad, al menos en su percepción.

Si el individuo se encuentra con obstáculos que le impiden obtener lo que desea, experimenta enojo; pero, cuando estas frustraciones se acumulan o son significativas, el enojo se transforma en furia.

La pérdida es otra fuente importante de furia. La pérdida genera sentimientos de tristeza o duelo.

La furia es una emoción que tiene raíces individuales y culturales. En muchas sociedades, la furia se considera una emoción que debe controlarse o reprimirse, mientras que en otras se acepta como una reacción legítima ante la injusticia, validada, también, desde la lógica de lo masculino.

Vivimos en una sociedad endurecida, en la época de la postverdad. No se trata de la verdad, sino de tener la razón.

Esta percepción cultural influye en cómo las personas experimentan y expresan la furia; por ejemplo, en algunas culturas, la furia se ve como un signo de fortaleza y valentía, mientras que en otras se percibe como un defecto o una debilidad cuajada de impotencia.

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