La culpa es una acción, es la causa de tristeza de muchas personas que no se perdonan los errores del pasado.
Este desagradable sentimiento sirve para llamarnos al arrepentimiento, pedir perdón, perdonar, tratar de resarcir el daño causado y no volver a repetirlo.
Aprovechar la culpa para aprender de los errores es una acción sana para el crecimiento personal; pero más allá de este punto se convierte en algo inútil y malsano, que puede conducir al individuo a la autodescalificación y depresión.
Siendo así, ¿por qué muchas personas caen en el error de seguirse castigando por las equivocaciones pasadas?
Por desconocimiento de la misericordia de Dios y la falta de Él en sus vidas.
La palabra de Dios (la Biblia) nos enseña que Él nos llama a arrepentirnos de nuestros pecados y promete que cuando lo hacemos genuinamente, los borra y no se acuerda de ellos (Isaías 43:25). “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”, dice Juan 1:9.
Lo mismo repite Miqueas 7:18-19, cuando afirma que Dios no retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia. “Sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados”.
Conocer estas promesas divinas nos debe librar de todo sentimiento de culpabilidad, ya que el propósito de perdonarnos es que seamos libres, no que carguemos con nuestras culpas.
Entiende que por más que te culpes no vas a cambiar el pasado, así que en vez de perder tus energías culpándote, busca llegar al arrepentimiento y acercarte a Dios para que recibas la paz que solo Él te puede dar.