Lamentablemente la cuestión de la migración haitiana no documentada en nuestro país ha generado una respuesta racista y xenófoba por parte del gobierno y los partidos mayoritarios en la oposición. Es una demostración de la influencia de la pequeña extrema derecha en nuestra sociedad.
Desde la sentencia TC/0168/13, hasta el abuso contra las embarazadas haitianas y la caza de personas de apariencia haitiana para deportarlas, y la permisividad frente a una pandilla de paleros chovinistas, el actual gobierno está hundido en el cieno del antihaitianismo y violenta derechos fundamentales. Tarde que temprano el Estado dominicano tendrá que dar cuenta por esos atropellos.
El discurso ideológico que se escuda detrás de “la invasión pacífica” tiene una clara genealogía fascista. Resulta absurdo que el presidente actual ha convertido el tema haitiano en su línea central de política exterior hasta comenzar a construir una verja perimetral (más frágil que la de muchas escuelas públicas) sumida en un secretismo irresponsable sobre el costo y los constructores.
Gran parte de la histeria antihaitiana la ha diseminado precisamente nuestro presidente. Incluso ha llegado a proponer la invasión de Haití por parte de potencias mundiales, obviando nuestra política de no intervención, pero él no es el primero, precisamente Hipólito Mejía envió tropas dominicanas a la criminal invasión de Irak. ¡Y esto lo escribo un 24 de abril!
¿El problema está del otro lado de nuestra frontera o de nuestro lado? Lo primero es que la frontera es públicamente un territorio apetecible para la corrupción por los policías, militares y funcionarios de migración. Si no cuidamos la frontera de nuestro lado, no podemos dejarle esta tarea al Estado de Haití. Y no se ha visto la más mínima intención de corregir ese problema.
Segundo. Los funcionarios de migración que andan buscando a haitianos en nuestras ciudades han convertido el asunto en un gran negocio. Todos sabemos el monto que deben pagar para soltarlos.
El centro de Haina es poco menos que un campo de concentración (como lo es el furgón en Santiago) donde por unos miles de pesos pueden salir los apresados.
Tercero. El Ministerio de trabajo no hace nada por regularizar la mano de obra agrícola y de construcción, favoreciendo condiciones de esclavitud entre los obreros indocumentados. Son famosas las llamadas a Migración de sus patrones cuando toca el día de pagarles su jornal.
Cuarto. El mismo Estado es empleador de mano de obra indocumentada para que las obras salgan más baratas. No olvidemos la declaración de Diandino que afirmaba que sin haitianos indocumentados no habría Metro.
Quinto. El proceso de regularización fruto del decreto 327-13 está estancando por voluntad del actual gobierno. Esto confirma que se prefieren haitianos ilegales y no legales para mantener bajos los salarios, tanto de haitianos, como de dominicanos.
Esos 5 puntos confirman que la solución al problema está en las manos de la autoridades, pero han preferido mantener el status quo y gritar desaforadamente: ¡Ahí viene el lobo!