La corte de la opinión pública

La corte de la opinión pública

La corte de la opinión pública

Nassef Perdomo Cordero, abogado.

El debido proceso y el derecho a un juicio justo frente a un juez imparcial son pilares indiscutibles de las democracias contemporáneas.

Constituyen uno de los principales elementos que las distinguen de los sistemas dictatoriales y de los autoritarios.

No se trata de un simple adorno al texto constitucional; el Estado tiene la obligación de tomar todas las medidas para que estos derechos sean respetados. De lo contrario, incumple con el mandato de la Constitución y pone en riesgo los procesos judiciales.

Sin embargo, los peligros que acechan a la sana administración de justicia no están sólo en los tribunales y en las acciones de los actores procesales directos. Después de todo, los juicios no se celebran en el vacío, sino en el contexto de una sociedad muchas veces expectante y atenta.

Es innegable que el ánimo con el cual esa sociedad atiende al proceso puede determinar, y hasta dañar, la labor de la justicia. Es por eso por lo que, en Estados Unidos, por ejemplo, es frecuente el cambio de jurisdicción para la celebración de los juicios, algo que es posible en un país con treinta veces nuestra cantidad de habitantes.

Cuando se filtra a los medios y la opinión publica informaciones sesgadas se daña a los investigados y al proceso judicial mismo. Vistos los precedentes recientes, las filtraciones no pueden ser consideradas un error inocente. Todos hemos sido testigos de los efectos tóxicos que producen en los procesos judiciales.

Nadie, ni el Ministerio Público ni los investigados, lo agradece, porque no sirve a la causa de la justicia.

Puesto que es su libertad la que está en juego, los más afectados son los imputados. Este afán por juzgarlos en la corte de la opinión pública degrada al proceso judicial previsto en las leyes y, además, distorsiona la percepción ciudadana de lo que ocurre en una corte de justicia.

Y, sobre todo, distorsiona estos procesos, convirtiéndolos en espectáculo deportivo ante el cual se reacciona con emociones y no con razón. Es hora ya de detener este proceder, no todo lo que produce placer hace bien a la salud del cuerpo social.