La corrupción dominicana

La corrupción dominicana

La corrupción dominicana

Wilfredo Mora

Somos un país muy corrupto, pero esta puede ser destrozada. La cuestión ahora es que hablan todo el tiempo sobre corrupción y corruptos, en las noticias de la prensa dominicana, en la radio y en las redes sociales.
El modelo de la corrupción dominicana se resume en lo que oímos decir del soborno, y en los últimos años, el fraude cometido en las contrataciones públicas.

Luego sigue la impunidad, que es también una forma de robo al erario. Eso explica los perfiles de los últimos ministros y legisladores que ahora están sometidos por el caso Odebrecht. Tenemos experiencia quejándonos de la corrupción política y administrativa, pero no nos atrevemos a combatirla.

La cuestión es a quién encomendar esa función, sin que sea dependiente en casi totalidad del Ejecutivo. Mientras en el país nos decimos unos con otros que la corrupción hace daño, que nos ofende que exista tan abiertamente, en otros rincones el mundo, están interesados por combatirla. El Salvador y Uruguay son dignos de emular.

Existen cinco grandes modelos de corrupción en el mundo. A veces se les relaciona directamente a las mafias, crimen organizado, la muerte de la democracia, a lo que está ocurriendo en el mundo asiático, y a las policías del mundo.

En fin, lo que cuenta ahora es que la corrupción sea censurada, y cortada por los mecanismos institucionales y legales.

La corrupción dominicana existe a nivel individual, pero cuando es institucional es debido a la negligencia moral del organismo afectado. Porque nuestras instituciones de derecho público están muertas.

Ya grandes sociológicos (Max Weber, Anthony Giddens), reseñaron que la corrupción tiene una herencia biológica mu grande.

Pero, los consejos que necesitamos para controlarla los podemos encontrar con más claridad en Robert Klitgaard (EE. UU.), en su obra “Controlando la corrupción” (1990), capítulo 8.

En los últimos años, todos los que han logrado servir como funcionarios les ha tocado ser alcanzados por las garras de la corrupción administrativa (con excepción de algún irreductible que habrá por ahí).

El funcionario manipula los registros oficiales antes de poder obtener los dineros ilícitos, así crea una repetida estructura de dirección.

Pueden empezar por ejemplo, regulando la situación falaz de las declaraciones juradas de bienes. Es una danza de millones, imposible de creer que una persona haya podido lograr sin mucho esfuerzo. Pueden fortalecer la denuncia, cuando se pueda demostrar que hay sospecha de corrupción, pueden… lista de sospechosos.

La subcultura de la corrupción dominicana responde al esquema: para la oposición, la gente, el gobierno es corrupto, pero ante la mirada del gobierno, no es verdad. Mientras para los de abajo, la Justicia y la Policía están totalmente corrompidas; los funcionarios controlan estas organizaciones lo más que se puedan; en parte, porque ellas son las que deciden que no hubo acción ilícita de los sometidos por corrupción.

El esquema queda, entonces, como justicia de pobres, justicia de ricos.

Y la policía se vuelve más política. Ellos se identifican con los gobernantes de turno. Practican la impunidad apoyando a los políticos funcionarios, o se lanzan a candidatos políticos luego de salir de sus filas.



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